POR DANILO CRUZ PICHARDO.- El ingeniero Hipólito Mejía, expresidente de la República, dijo recientemente que en política todo se vale y que, en consecuencia, no debía descartarse una eventual alianza electoral entre los partidos Revolucionario Moderno y de la Liberación Dominicana, con miras a los comicios del año entrante.
Se sabe de las buenas relaciones personales que el antiguo mandatario mantiene con Danilo Medina, con quien anhela una concertación electoral, lo que no resulta impracticable con el sector gobernante, porque no se percibe diferencia en términos ideológico ni ético. ¿Cuál es la diferencia?
Además, el doctor Peña Gómez en el pasado supo formar coaliciones integradas por organizaciones que sí enarbolaban principios ideológicos muy disímiles.
Los ejemplos están en el Acuerdo de Santiago y el Acuerdo de Santo Domingo, pero eran alianzas estratégicas que procuraban desalojar a Joaquín Balaguer del poder y establecer en el país una democracia auténtica, sin excesos y separación de los poderes públicos.
El objetivo de Hipólito Mejía, por razones personales, parece ser cerrar cualquier brecha de posibilidad que tenga Leonel Fernández, quien sería el candidato presidencial de la Fuerza del Pueblo. Hipólito y Leonel tienen problemas que son viejos.
No se sabe si fue que uno le quitó una novia a otro, pero en definitiva, de ser así, a la gente le importa poco asuntos de ese tipo. De lo que el suscrito está seguro es que entre ambos no hay distancia ideológica.
Sin embargo, Hipólito es un hombre que está en pleno derecho de cristalizar su sueño político, que consiste en hacer campaña electoral junto a Danilo Medina, subidos ambos en la misma patana.
Lo único que no se puede compartir con Mejía es el hecho de que en política todo se vale. Es una expresión generalizadora, que involucra demasiadas cosas.
Por ejemplo, no se ve bien que dentro de un partido opere un prostíbulo, una compra venta, se aplauda la corrupción, se mande a matar gente o que dos hombres se “bajen los pantalones”.
Seguro estoy que Mejía es incapaz de llevar a la práctica algunos de los ejemplos citados más arriba, porque fue presidente de la República y no se mató a ningún dominicano por política. No se puede hablar y después pensar y a su edad envía un mensaje muy feo a las nuevas generaciones, incluyendo a sus parientes que están en el ejercicio de la actividad política. Su hija Carolina Mejía, alcaldesa del Distrito Nacional, es una dama que no tiene mala reputación, no se ha escuchado comentarios negativos como gerente. Ojalá y lo haga bien.
Con respecto a su progenitor no voy a dirigir ningún consejo, porque eso es perder el tiempo. Cuando fue presidente tenía asesores y a ninguno hacía caso. Le decían: “¡Hipólito no hable tanto!” Entonces era que más hablaba. Esa conducta pudo haberle costado la reelección en el 2004, como también pudo haber impedido su retorno al poder en el 2012 el expresar que las sirvientas se roban el filete. Jorge Luis Borges dijo que: “Lo que decimos no siempre se parece a nosotros”, pero prefiero la vieja máxima popular que reza: “Por la boca muere el pez”.