POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Cada día las cosas están más claras… la corrupción no tuvo límites.
En el país se instaló un entramado perverso para desfalcar las finanzas públicas en prácticamente todas las instituciones del Estado amparado en un sistema de justicia creado para la impunidad.
El grupo que gobernaba el país no tenía planeadas elecciones libres, transparentes donde el pueblo se expresara y eligiera las autoridades de su simpatía; ese grupo elaboró y puso en marcha un plan para quedarse en el poder de cualquier manera, y a cualquier precio; de forma pacífica o violenta. Ese grupo sabía lo que le esperaba en caso de salir del gobierno. El plan “A” incluía imponer la reelección en el Congreso ofreciéndole hasta 30 millones de pesos, apartamentos de lujo, porciones de terreno y una determinada cantidad de empleos para sus seguidores más cercanos, etc., a los legisladores de todos los partidos. El plan “B” suponía el fraude electoral similar al del año 2016 cuando Danilo “ganó” con más del 60% utilizando los recursos del Estado, los equipos electrónicos que le costaron “un tesoro” a la JCE y que luego fueron arrumbados.
El grupo de Palacio, encabezado por Danilo Medina, en su afán continuista, apostó a “todo o nada” convencido que lograría quedarse en el poder. Y lo perdió todo, por ambicioso. “El que se va a joder no calcula”, dice la gente. Danilo no calculó la reacción decidida del pueblo; no pensó que Leonel Fernández tendría la valentía de irse del PLD y formar parte de la oposición en una alianza con Luís Abinader y el PRM, aunque fuera transitoria, para sacarlo del Palacio Nacional; Danilo no calculó la reacción de las masas populares, sobre todo de la juventud en la Plaza de la Bandera y otros lugares públicos; Danilo no contó con la negativa de Estados Unidos, molesto por el acercamiento con China Popular, lo que ahora hizo Daniel Ortega en Nicaragua. Al grupo de Palacio le salió el tiro por la culata.
Para Danilo y sus lacayos perder las elecciones no era una opción; entregar el poder, tampoco. Lo hizo porque se vio obligado, porque las circunstancias le eran desfavorables, porque la otra opción era un derramamiento de sangre. Danilo no pudo imponerse en el Congreso, no pudo mantener cohesionado al PLD, que terminó dividiendo, no pudo hacer trampa en la JCE, donde todo estaba “amarrado”, ni pudo propiciar un golpe de Estado.
Una cosa es segura: si el pueblo no se empodera en la línea de masas que se aplicó, si Luis Abinader no actúa sabiamente unificando a su partido, unificando a la oposición en torno a su candidatura, si no logra un pacto con Leonel Fernández, si no sale a las calles, nadie sabe lo que habría pasado en el país, probablemente Danilo Medina aun estuviera depredando el país.