POR NARCISO ISA CONDE.- Desde enero del 2024 hasta la fecha, 29 mujeres han muerto víctimas de violencia machista; entre ellas, trece asesinadas de abril a junio.
El pasado mes de junio fue especialmente dramático: las estadísticas reportan ocho muertes de mujeres en manos de sus parejas y exparejas; crueles episodios de desprotección estatal y social.
Con razón se habla de una “cultura de violencia de género instalada en el país”, de cuya causa fundamental, la ideología patriarcal-machista, los portavoces de la clase dominante, su partidocracia y forjadores de opinión, prefieren no hablar; menos aún contrarrestar.
La ideología patriarcal históricamente arropa el Estado dominicano, la clase capitalista, sistemas de partidos, iglesias, educación, comunicación. Por esa razón, el poder de la clase dominante, el poder en la familia, la propiedad privada y el Estado, se masculinizaron y, a la vez, subordinan dramáticamente la población femenina.
Esa es la relación de género predominante aquí, tremendamente desigual y sumamente influyente, porque el capitalismo la hace funcional a su expansión y acumulación; y ese capitalismo patriarcal no es debidamente contrarrestado en el debate de ideas.
Hablar de ideología patriarcal equivale a hablar de una plataforma de conceptos que posibilita la sobre-explotación y subordinación de las mujeres bajo el criterio de considerarlas «propiedad» o «seres inferiores»; reduciéndolas a instrumentos de placer sexual, a trabajadoras no remuneradas (cuando se trata de madres dedicadas al cuido de hogares e hijos/as) o inferiormente remuneradas (en los casos de las asalariadas).
Esto se expresa en desigualdades salariales, negación de oportunidades, maltrato físico-psicológico, torturas, burlas, violencia, feminicidios… partiendo siempre de una supuesta diferencia natural que las condena irremediablemente a la negación de muchos de sus derechos como ser humano.
Esa opresión gravita en todas las edades y ámbitos sociales, y conlleva asignación forzada de roles diferenciados en perjuicio de la población femenina; incluida doble y triple explotación, desconocimiento del trabajo doméstico como generador de ganancias a favor del capital, mercantilización del cuerpo y escandalosas supremacías masculinas en las relaciones de poder.
La ideología patriarcal fomenta el odio contra homosexualidad, lesbianismo y transexualidad, y ha sido históricamente asumida y potenciada por los fundamentalismos religiosos de diversos signos, con todas sus implicaciones.
La ideología patriarcal, a su vez, se hermana con el adulto-centrismo, que implica situar al varón adulto en el centro de la organización social.