Las noticias de la progresiva mejoría en la salud del papa resultan alentadoras no solo para los millones de católicos del planeta, sino también para el mundo en general, donde su voz tiene un peso que surge de su enfoque objetivo de la realidad actual.
Incluso, para mayor alegría de la feligresía, se publicó el pasado domingo la primera foto desde su hospitalización, sentado ante el altar de su capilla privada en el hospital Gemelli de Roma, y el jueves al conmemorarse el duodécimo aniversario de su pontificado, celebró junto al personal sanitario.
Pero los médicos mantienen la cautela antes de anunciar una posible fecha de alta. La última información del lunes dice que el pontífice, de 88 años de edad, permanece estable y que continúa bajo observación médica debido a la fragilidad de su cuadro clínico.
Qué bueno que la tendencia sea positiva. Francisco ha traído aires de renovación a la Iglesia católica en cuestiones que los sectores conservadores consideran delicadas, como el caso de los homosexuales y pedir perdón por muchas atrocidades de las que la Iglesia participó en otro tiempo, como los casos de exterminio de tribus indígenas y los abusos de pedófilos dentro de la misma Iglesia.
El Vaticano, que por costumbre ejerce la prudencia en todos los órdenes, ha mantenido escuetos partes médicos que no han podido evitar las especulaciones de los medios de comunicación ni de alas que integran el entramado de la jerarquía católica, que en algunos casos exageraron y alarmaron o llegaron a hablar de una posible renuncia o, tras bastidores, de un reemplazo.
Aunque no se puede hablar de una acefalía en la Iglesia católica, la ausencia del papa crea una especie de vacío que desorienta, porque su palabra rectora es más que necesaria en la difícil y conflictiva coyuntura que afronta el mundo.
Hacemos votos por su pronta y total recuperación y su regreso al trono de San Pedro, mientras los fieles católicos alrededor del mundo siguen en oración colectiva por su salud.
AGENCIAS