POR JUAN ARIEL JIMENEZ.- El gobierno acaba de anunciar una nueva reforma fiscal para 2025, y rápidamente funcionarios y comunicadores afines nos han dicho que el aumento de impuestos es un sacrificio necesario para evitar problemas en la economía. Y así, de golpe y porrazo, pasamos del discurso de “el dinero nos rinde” al discurso de “aumentar impuestos es inevitable”.
Sin embargo, antes de que nos convenzan de que aumentar impuestos es la única solución, hagamos una pausa y analicemos qué tipo de reforma fiscal está proponiendo el gobierno. Y es que una cosa es que se requiera una reforma, y otra muy distinta es que cualquier tipo de reforma sea conveniente, pues como dice la frase popular: “el diablo está en los detalles”.
Esta no es una reforma para reducir la deuda
Hay reformas fiscales que buscan prevenir una crisis económica mediante la reducción de la deuda pública. Este tipo de reformas generalmente combinan una disminución del gasto gubernamental con un aumento de impuestos, lo que permite disminuir la emisión de deuda en los años siguientes.
Sin embargo, la reforma propuesta por el gobierno no busca disminuir la deuda, pues el mismo Poder Ejecutivo ha dicho que casi todo el dinero recaudado será destinado a incrementar el gasto público, por lo que no habrá una reducción del déficit fiscal.
Es como si tuvieras una tarjeta de crédito llena de deudas y, en lugar de reducir gastos, decides pedirles a tus familiares que te den dinero para gastar todavía más. ¿Tiene sentido? No, porque el problema sigue siendo el mismo: se gasta más de lo que se tiene, sin reducir la deuda.
No es un pacto fiscal para cambiar el modelo económico
Luego están las reformas diseñadas para transformar el modelo económico de un país. Estas reformas suelen eliminar los impuestos que impactan negativamente a las nuevas industrias que el país apuesta desarrollar en el futuro, así como aumentar la inversión en áreas claves que permitan el crecimiento de nuevas oportunidades de negocio. Para hacerlo, sustituye impuestos perjudiciales por otros impuestos menos dañinos. Sería como mejorar el motor de un carro para hacerlo más rápido y eficiente.
Esto sería posible con un pacto fiscal enfocado en transformar el modelo económico, tal como plantea la Estrategia Nacional de Desarrollo. Este tipo de reformas empiezan y terminan con un nuevo plan de desarrollo productivo consensuado con los distintos sectores de la sociedad.
Pero, nuevamente, lo propuesto por el gobierno no es una de esas reformas, ni nada parecido. Aquí no se trata de eliminar impuestos que impidan el desarrollo de nuevos sectores económicos, ni de aumentar la inversión en áreas estratégicas. Lo que tenemos es un simple aumento de impuestos, especialmente dirigido a la clase media, sin cambios en la estructura productiva. Es decir, no estamos mejorando el motor del carro, solo le estamos pidiendo a la clase media que ponga más gasolina sin que el vehículo vaya al mecánico para ajustarle algunas piezas rotas.
Más gasto no siempre significa mejores resultados
Al presentar la reforma, el gobierno ha argumentado que este aumento de impuestos es necesario para mejorar los servicios públicos, lo cual suena razonable… hasta que analizamos los números.
A modo de ejemplo, el gobierno ha dicho que necesita la reforma para aumentar el gasto en salud en aproximadamente 11 mil millones de pesos. Pero, en los últimos cuatro años, el presupuesto de salud ya ha aumentado en 66 mil millones de pesos, y a pesar de un mayor gasto, durante esta gestión gubernamental ha aumentado la mortalidad materna, la mortalidad neonatal y las muertes por dengue. Entonces, estos cuatro años son el vivo ejemplo de que se puede gastar más y tener resultados peores.
Lo mismo ocurre con la seguridad ciudadana. El gobierno ha dicho que necesita esta reforma fiscal para aumentar el gasto en seguridad ciudadana en 13,000 millones de pesos más, pero durante esta gestión el gasto en “justicia, orden público y seguridad” ya se ha incrementado en más de 20,490 millones de pesos, y a pesar de este aumento ha crecido la inseguridad ciudadana, al punto que somos de los pocos países de la región donde la tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes es más alta hoy que en 2019.
Pero claro, cuando se trata de pedir más dinero, siempre es fácil justificarlo con una promesa de mejores servicios… aunque llevamos años escuchando esa misma canción. Por otro lado, el gobierno justifica la reforma con un plan de inversiones en transporte de aproximadamente 35,000 millones de pesos. Lo interesante sería preguntarse, ¿no sería más lógico iniciar las obras prometidas en agosto de 2020 y en las cuales no se ha puesto un block (aunque si se han dado varios primeros picazos) antes de prometer cosas nuevas? ¿O es que la carretera Santiago-Puerto Plata y el puerto de Manzanillo ya pasaron de moda?
En definitiva, el argumento de que gastar más automáticamente mejora los servicios públicos no se sostiene cuando los datos muestran que, hasta ahora, gastar más no ha producido los resultados esperados. Gastar más es como comprar un carro deportivo, pero cualquier persona razonable primero aprendería a manejar bien antes de cambiar su carro, más aún cuando el cambio de vehículo lo está realizando con dinero de otros.
Conclusión: manejemos mejor antes de pedir más
Si bien es cierto que el país necesita un pacto fiscal para cambiar el modelo económico y para reducir la deuda pública, la reforma fiscal propuesta por el gobierno no va por esa dirección, por lo que el aumento de impuestos anunciado por el gobierno no es inevitable ni necesario. Esta reforma es equivalente a quitar dinero a la clase media para poner al gobierno a gastar más, sin ninguna garantía de mejores resultados, pues ni planes se han presentado para ello.
Antes de pedir más dinero a los ciudadanos para aumentar el gasto público, el gobierno debería centrarse en gastar mejor. Antes de que nos subamos todos en este “carro deportivo” de gastos innecesarios, ¿qué tal si primero aprendemos a manejar bien el dinero que ya tenemos?
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