Solo queda esperar o no desesperarse

POR LUIS ENCARNACION PIMENTEL.- Sin impedimento constitucional y sin que su ejercicio se pueda calificar de malo, en función de lo que heredó y de circunstancias adversas encontradas en el camino, el presidente Luis Abinader tiene la vía despejada para si quiere optar por otro período de cuatro años.

Aunque con justificadas críticas de la oposición y de otros sectores sociales por las falencias o el desafine de algunos miembros del equipo gubernamental, hay los que sostienen que el hombre –que vino del sector privado y sin mayor experiencia en el manejo del Estado– parecería ser más ducho y exitoso como presidente que como candidato.

En campaña, cuando con un PLD todavía unido el poder parecía no sonreírle, el hoy presidente de la República dijo que no buscaría la reelección, que para ser un buen gobierno no se necesitaba más de cuatro años. El no ha dicho -ni se sabe- lo que piensa hoy al respecto, cuando hay una serie de obras y proyectos a medio talle o todavía solo a nivel del anuncio o del primer picazo.

Sin embargo, el PRM gobernante –que al desprenderse del PRD y tener al doctor Peña Gómez como su figura emblemática había nacido con vocación antirreeleccionista– madrugó a modificar sus estatutos y a eliminar de los mismos el impedimento a la reelección para un segundo período, al parecer para ponerlo acorde con la Constitución, pero también para despejarle el camino al actual gobernante, principal activo de la organización, con miras a las elecciones del 2024. Como es natural, no ha soltado prenda y en entrevista reciente con Mariasela Álvarez, ésta solo pudo sacarle que no muy dilatado tendría que tomar una decisión sobre el controversial tema y que en su casa tendría tres votos en contra de que opte por un segundo período de gobierno, de dos de sus hijas y el de su esposa Raquel.

Al día siguiente, y para enmendar una nota de tinte jocoso, pero que no dejaba de ser una pifia, la primera dama -como debe ser y es esperable que también terminen haciendo sus tres hijas- puso en claro que, cual sea la decisión que finalmente tome su esposo y jefe del Estado, ella lo apoyará.

La misma aclaración de la afable señora Arbaje no despeja dudas sobre la decisión final a tomar por Abinader, sino que alimenta una acentuada creencia en distintos sectores del país, en el sentido de que el mandatario, ya con los anuncios de obras y la promoción en radio, televisión y otros medios, está dando señales de que iría en busca de un segundo mandato.

Ya realizado, al llegar a donde las circunstancias no le permitieron a dos hombres que fueron su mayor inspiración en política: su padre, José Rafael Abinader, y el doctor Peña Gómez, al presidente le sería más fácil, provechoso y conveniente -con miras a la historia y poner fin al sacrificio personal y familiar que significa gobernar un país– anunciar en hora cero que, renunciando a un derecho y obviando posicionamiento, decide dejar el campo libre, no buscar un nuevo mandato y retornar a su vida privada y de hogar.

Se crecería y sentaría un precedente mayúsculo, pero… Lo difícil, muy difícil,  es que eso ocurra. Sencillamente, por las complejidades y variadas circunstancias que envuelven el poder. Y es que, al margen de egos, de ambiciones personales o de desprendimientos poco vistos, hay situaciones que obligan y que ya no dependen del deseo o de la voluntad de un líder político.

En el caso del presidente Luis Abinader y una casi segura búsqueda de la reelección, y en el hipotético de que lo estuviera pensado, se da por un hecho que buscaría un segundo mandato que le permite la Constitución, sino por gustosa y reflexiva decisión personal, obligado por las circunstancias ya mencionadas.

Primero, porque en su partido no hay otra figura con sus condiciones para sacarla de la manga e improvisarla como candidato y, segundo, porque declinar Luis a encabezar la boleta por el PRM, sobre el que hay sus quejas y tiene algunos temas internos por resolver, sería soltar en banda a la organización y empujarla a una casi segura derrota electoral en el 2024. Solo queda esperar o no desesperarse, porque lo que se sospecha viene.

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