POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Si lo hubiéramos sabido, caramba, cuántas penurias, cuántas amarguras, cuántas decepciones se habría ahorrado el pueblo dominicano. Pero no había manera de saberlo ya que una buena parte de los hombres y mujeres de este país creyó en las palabras redentoras del profesor Juan Bosch, un líder emblemático, intelectual autodidacta, literato, escritor, años en el exilio, miembro fundador del Partido Revolucionario Dominicano, presidente de la República durante siete meses cuando fue derrocado por un golpe de Estado que condujo a una revolución que a su vez desencadenó la segunda intervención militar norteamericana del siglo pasado, con quien creímos tener una deuda de gratitud.
Ese hombre, de una práctica política ética y moral, maestro de generaciones a través de sus trabajos en el periódico Vanguardia del Pueblo y sus alocuciones cotidianas a través de “Tribuna Democrática”; el hombre que le aseguró al país que si el PLD llegaba al poder ningún peledeísta se haría rico con el dinero del pueblo, que nadie se robaría un peso. La gente -ingenua- creyó en sus palabras.
No había por qué dudar, durante 23 años los alumnos decían ser los mejores, los más capaces, trabajadores y honestos. Dividieron el país en “peledeístas y corruptos”, acusaban a los balagueritas y perredeístas de bandidos, asaltantes de caminos que deberían estar presos; hicieron el “álbum de la corrupción”, acusaron al doctor Balaguer de haber creado millonarios al vapor al amparo del tráfico de influencias. Nadie servía, solo ellos, puros, inmaculados, humildes y sencillos, abnegados, dispuestos al sacrificio, votos de pobreza. “Servir al partido para servir al pueblo”.
Viejo y cansado, un día el profesor, el maestro, murió, y con él murió el partido y sepultaron las ideas y la práctica política del viejo, solo que al partido no lo enterraron para que le sirviera de escudo, de parapeto para engañar al pueblo y poder cometer todas sus tropelías, enriqueciéndose, corrompiéndose, corrompiendo al partido, al Estado y sus instituciones civiles y militares, haciéndole un daño moral irreparable al país durante 20 años. Ay, si lo hubiéramos sabido, ay si por lo menos lo hubiéramos sospechado.
Cada vez más ciudadanos decentes -que todavía hay muchos- están convencidos de que el país estuvo en manos piratas y filibusteros de la política, que una casta ridículamente minoritaria se tragó al país como lo hace un tiburón -podrido- con una sardina. El pueblo no sabe del cuento de la corrupción más que una mínima parte.
En la medida que avancen las investigaciones que seriamente realiza el Ministerio Público que encabezan Mirian Germán, Yeni Berenice y Wilson Camacho, -sin prejuicios, ni sectarismo político partidario, respetando las leyes y el “debido proceso” del que tanto hablan ahora los dirigentes del PLD y sus bocinas jurídicas y comunicacionales – saldrán a flote escándalos de malversación, estafa, saqueo.