Los alarmantes aumentos en el número de casos de coronavirus en el sur y el oeste de Estados Unidos incrementaron los temores ayer de que el brote esté saliéndose de control, y de que el duramente ganado progreso contra la epidemia esté escapándose de las manos debido a la resistencia de muchos estadounidenses a utilizar mascarillas y mantenerse a distancia de otros.
Confirmando los pronósticos de que levantar los confinamientos en los estados podría derivar en un repunte del virus, los casos superaron los 100.000 en Florida, las hospitalizaciones están incrementándose marcadamente en Houston, y una de cada 5 personas a las que se han aplicado pruebas de detección en Arizona están infectadas.
Durante el fin de semana el coronavirus parecía estar en todas partes al mismo tiempo: seis miembros del personal que estaba ayudando a organizar el mitin del presidente Donald Trump en Tulsa, Oklahoma, dieron positivo, al igual que 23 jugadores de fútbol americano de la Universidad Clemson en Carolina del Sur. Al menos 30 integrantes del equipo de la Universidad del Estado de Luisiana fueron puestos en cuarentena después de infectarse o entrar en contacto con alguien que lo estaba. Algunas empacadoras de carne también fueron afectadas por brotes.
“Está creciendo como una bola de nieve. Con toda seguridad vamos a ver a más gente morir debido a este repunte”, dijo el doctor Marc Boom, director general y presidente del Hospital Metodista de Houston, quien hizo notar que el número de ingresos a hospitales por COVID-19 se ha triplicado desde el Día de los Caídos en Guerras a más de 1.400 en ocho sistemas hospitalarios del área metropolitana de Houston.
Pronosticó que, en tres semanas, los hospitales podrían estar saturados, y le rogó a la gente que se cubra el rostro y mantenga el distanciamiento social.
“Es posible reabrir a un paso juicioso y coexistir con el virus, pero para ello se requiere que millones y millones de personas hagan lo correcto. Ahora no tenemos eso” porque la gente ha bajado la guardia, señaló Boom.
Texas es uno de varios estados —junto con Arizona, Alabama, Florida y Carolina del Sur— cuyos gobernadores se han resistido a implementar directrices a nivel estatal para utilizar mascarillas, dejándoles la decisión a las autoridades locales.
Las infecciones están en su mayor nivel desde que comenzó el brote, casi dos semanas después de que el estado comenzó a levantar las restricciones a las actividades comerciales. El gobernador Brian Kemp ha requerido que meseros, barberos y otros trabajadores que laboran frente a frente con clientes usen mascarillas, pero ha dejado en gran medida que sean las empresas las que decidan si los clientes deben usar cubrebocas.
En Orlando, 152 casos de coronavirus fueron vinculados a un bar cerca de las instalaciones de la Universidad del Centro de Florida, dijo el doctor Raul Pino, funcionario de salud estatal en esa ciudad.
“Muchos contagios ocurrieron allí”, señaló Pino. “La gente está muy cerca. La gente no está usando mascarillas. La gente está bebiendo, gritando, bailando, sudando, besando y abrazando, todas las cosas que ocurren en los bares. Y todas esas cosas que ocurren no son buenas para (combatir el) COVID-19”.
AP