POR LUIS ENCARNACION PIMENTEL.- Como en ningún otro momento en la cadena de dificultades con sus vecinos de Haití, República Dominicana tiene de frente con la construcción artesanal y a la fuerza de un canal de desvío de las aguas del rio Masacre, lo que sería su más difícil y peligrosa situación en el manejo de relaciones entre las dos naciones que comparten la isla.
La frontera, de por sí -y por años- vulnerable, representa un serio peligro para los dominicanos y la defensa de sus intereses y la propia soberanía, una carga económica extraordinaria.
En la posición y reclamo a Haití, el país y el gobierno dominicano tienen la razón, como reconociera el expresidente Fernández, al coincidir en que la controvertida obra viola el artículo 10 del Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje del 1929.
Por cierto, y dado lo dramático del tema y los riesgos de por medio, ¿por qué el presidente Abinader no contempla la posibilidad de una cumbre con los tres exgobernantes vivos y activos, Leonel, Hipólito y Danilo, para compartir opiniones y alternativas al respecto?.
Establecido que los trabajos del canal –no de riego, sino de trasvase del agua– empezaron en el 2018; que detrás de la obra, a toda marcha y muy avanzada, está el gobierno haitiano, cuyo primer ministro dijo mentiras al nuestro (y ayer en la ONU), debe llamar a reflexión a los dominicanos.
Primero, la presencia policial -no para detener los trabajos, como se le demandó vía diplomática, sino para enviar la señal de apoyo oficial-; segundo, la Cancillería instruye a sus misiones a denunciar “actos inamistosos” de RD y el jueves el ministro de agricultura expresa que: “Sí, el canal debe construirse”
…Y a confesión de parte… ahí hay pruebas de sobra. Las suficientes, como para que se entienda que estamos ante un tema país y que, ante la amenaza real de que nos sequen el rio Masacre y luego irracionales vecinos “vayan por más”, como han vociferado algunos defensores del canal, hay que cerrar fila en defensa de la posición y de los intereses patrios.
La seriedad del momento demanda la unificación de discurso y de propósito, que ningún color partidario politice o quiera capitalizar el tema de la frontera, sin medir consecuencias inmediatas o futuras.
Por ejemplo, hay que evitar ligerezas y desbarres verbales como unos recientes del padre Rogelio, metiendo las piedras y la lengua en un macuto, y no darle armas al enemigo ni evidenciar la penosa y acentuada práctica nuestra de tener voces disidentes hasta en los temas sensibles y trascendentes.
Hay pleitos, como el de ahora de nuevo matiz con Haití, que los gobiernos ni los presidentes deben echar solos, sino que deben airear y compartir los diversos elementos con la sociedad, a fin de concitar su respaldo.
Ejemplo, con el tema del canal para desviar el Masacre los vecinos que vinieron a tratar el asunto le tendieron una celada en el 2021 a las autoridades dominicanas, escondiendo el propósito y luego vendiendo la idea de que el país había dado el “visto bueno” a lo propuesto, cuando no fue así.
La verdad es que, advertido el real objetivo, las consecuencias medioambientales y los peligros diversos en juego, el canciller Roberto Álvarez envió una amplia nota diplomática, no respondida, al entonces homologo Claude Joseph con los reparos, requerimientos y observaciones de lugar, incluida la salvedad de que, sin notificar, sin estudios técnicos ni de impacto ambiental, ya los trabajos habían arrancado desde el 2018, o sea, dos años antes.
La mala fe y mentiras de los vecinos, evidenciadas ayer por Ariel Henry ante la ONU, se conocen ahora, tras la publicación tardía y a prisa. De haberse hecho antes, se habrían evitado sospechas y hasta acusaciones de un posible “doble discurso” y de una alegada “aprobación” que no se había dado.
Y ojo, ahora a instruir de inmediato a todas las misiones en el exterior para la defensa de la imagen del país y contrarrestar la presiones e incomprensiones que nos sobrevendrían por las últimas mentiras y “actos inamistosos” patrocinados por los vecinos de Haití.