SANTIAGO DE LOS CABALLEROS.- La verja del Instituto Oncológico del Cibao amaneció hoy con una cadena que no busca cerrar una puerta, sino abrir los ojos de las autoridades. A ella se amarró el pastor y activista social Pablo Ureña, decidido a llamar la atención sobre lo que describe como una peligrosa “privatización encubierta” del único hospital de la región especializado en tratar el cáncer.
Con la voz cargada de indignación, Ureña relató que un funcionario del centro aseguró públicamente que “esto es privado” y que incluso despidió a médicos veteranos como el doctor Juan Vila. “Este lugar tiene más de 60 años sirviendo al pueblo y ahora quieren adueñarse de él. ¡Esto es del Estado, esto es de la gente!”, exclamó mientras el sol de la mañana y ola seguridad del centro de salud querían impedir el llamado de protesta.
Detrás de la protesta hay historias que duelen más que las cadenas. Ana Julia Mercado, paciente de cáncer, llegó con paso lento y mirada cansada. Su lucha diaria no es solo contra la enfermedad, sino contra los nuevos obstáculos para recibir tratamiento.
“Ahora tengo que trasladarme hasta Villa González para recibir atención donde el doctor Morel . Eso significa más gastos y más sacrificios, porque no hay dinero para estar subiendo y bajando, gastando en transporte y consultas”, cuenta la señora.
Ana Julia recuerda cuando el Oncológico era sinónimo de esperanza para los más pobres. Hoy, dice, ese sentimiento se desvanece. “La situación la veo muy fea. Esto ya no es para los pobres, es para la gente que tenga dinero”, lamenta, mientras aprieta entre las manos los documentos de su tratamiento.
Problema titica del Oncológico
La crisis no es solo económica: en las últimas semanas seis médicos han dejado el centro, entre ellos cirujanos y oncólogos de larga trayectoria, lo que agrava la incertidumbre de quienes dependen de este hospital para seguir viviendo.
Pablo Ureña advierte que su protesta será indefinida y que espera que más organizaciones sociales se unan a este clamor. “El cáncer ya es una enfermedad dolorosa y costosa; no podemos permitir que los pobres mueran por falta de atención”, afirma, mientras sus cadenas se convierten en un símbolo de resistencia para cientos de familias que hoy sienten que su única esperanza les está siendo arrebatada.
Mientras algunos pacientes denuncian dificultades y aumentos de costos, también se escuchan voces que defienden el servicio que ofrece el centro.
Es el caso de Joselin Cabrera García, paciente de cáncer, quien asegura haber recibido un trato favorable durante su proceso de tratamiento.
“Yo vengo de esa institución y, hasta ahora, me han tratado muy bien. No tengo una queja que decir de ellos, porque desde los empleados hasta los doctores me han atendido bastante bien. Yo tuve cáncer, me operaron ahí y me he sentido perfectamente bien”, expresó con serenidad.
Sobre las denuncias de conflictos internos y la salida de varios médicos, Joselin prefiere mantenerse al margen. “He visto comentarios en las redes, pero de eso no puedo opinar; lo único que puedo decir es que mi experiencia ha sido positiva”, afirmó.
Hasta el momento, las autoridades del Instituto Oncológico del Cibao, solo han justificado la situación, desmintiendo lo ya denunciado por los médicos que han sido despedidos y otros que han renunciado en solidaridad.
ONELIO DOMINGUEZ