POR CRISTHIAN JIMENEZ.- “Hay un gran vacío de liderazgo en la iglesia”, rezaba el titular de portada del Listín Diario del sábado último que citaba una frase del obispo de Baní, Víctor Masalles.
Ese título resumía la línea central del artículo que concebí hace dos semanas, pero que aplacé por la casi obligatoria evaluación del primer año de gestión del presidente Luis Abinader.
Es indudable que hay falta de liderazgo en la iglesia católica, y en el mejor de los casos palidez en la gerencia y en la interacción con los poderes públicos y en los ámbitos políticos y sociales. Además, de inconformidades y quejas internas.
La salida del cardenal López Rodríguez del Arzobispado de Santo Domingo y del escenario público provocó un vacío, que en vez de solventarse cada día parece ahondarse. López Rodríguez, de recia personalidad y de roles protagónicos en crisis políticas y electorales durante decenios, apenas hace referencias a doctrinales en artículos semanales, totalmente alejado de los conflictivos temas terrenales.
La ausencia del liderazgo eclesial se hizo más patente al invisibilizarse por razones de edad y salud, monseñor Agripino Núñez Collado, “el mediador por excelencia” de los últimos lustros.
Las rudezas políticas y la incapacidad del liderazgo nacional hizo que cobrara mayor relevancia la intervención religiosa que muchos rechazábamos al preferir que los actores se sentaran a la mesa a dialogar y pactar con madurez como manda el ejercicio democrático.
El Consejo Económico y Social, constitucionalizado es el nuevo escenario de los consensos, libre de sotanas.
Francisco Ozoria, proveniente del obispado de San Pedro de Macorís sustituyó a López Rodríguez, responsable de su ordenación sacerdotal y episcopal en 1978 y 1997, respectivamente, y desde el principio se notó discreto, lo que se atribuyó al noviciado y a su personalidad, pero con el paso de los días se ha evidenciado déficit de liderazgo.
Algunos atribuyen la falta de peso eclesiástico a supuestas gestiones del arzobispo Ozoria frente al poder político, para ayudar a familiares y relacionados.
En los días posteriores al severo Sermón de las 7 Palabras de 2020, Ozoria al salir del Palacio Nacional de una visita a Danilo Medina, junto a un hermano ingeniero civil, ante pregunta de los periodistas, exclamó: ¿por qué quieren echar a pelear a la iglesia con el gobierno? Esto produjo malestar entre religiosos.
Se citan una serie de obras de infraestructuras que habrían sido ejecutadas o bajo supervisión del ingeniero Secundino Ozoria Acosta. Recibimos el nombre y RNC de la empresa y lista de una serie de construcciones y reparaciones de iglesias.
A esto se agregaron alegadas gestiones para beneficio de familiares en la Fuerza Aérea, el ministerio de Interior y la Policía Nacional.
(Hay quejas por la supuesta degradación del seguro médico de los religiosos y reclamos para que se explique el destino final de los recursos de la venta de una parte del solar del seminario para la edificación de uno nuevo y una casa para ancianos. “Lo que hicieron fue darle un “paño con pasta” al viejo seminario. Se habría negociado el nuevo solar del kilómetro 13, violando varios numerales del Código de Derecho Canónico).
Entre deficiencias y quejas se han levantado lentamente otras figuras dentro de la iglesia católica, como el mismo obispo Masalles, pero quien luce muy agresivo en sus contiendas frente a sectores sociales y políticos.
Discrepo de la versión de Masalles de que a la iglesia se le quiere marginal en roles de mediación y de participación. Esos espacios se ganan o se pierden, como el respeto y la autoridad de una institución o persona.