POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Hubo un tiempo, no muy lejano, en que los candidatos al congresuales y municipales eran seleccionados por la dirección de los partidos y sus líderes.
Se consideraba que el sistema era anacrónico y antidemocrático, que vulneraba principios constitucionales.
Es verdad, la manera de seleccionar a los diputados, senadores y regidores, con sus suplentes, no era el mejor, que se violaban derechos fundamentales de los ciudadanos, por lo que se hizo necesario cambiar, quitarle la discrecionalidad a los lideres de los partidos mayoritarios: PRSC, PRD y PLD, es decir, Joaquín Balaguer, Juan Bosch y Peña Gómez, que tenían la última palabra.
Alrededor de esos dirigentes “máximo” se crearon grupos o mafias políticas que imponían, candidatos vulnerando la decisión de los líderes verdaderos. Al respecto hay muchas historias de personas que fueron colocados encabezando una designación o decisión partidaria, que eran borrados y sustituidos. Se creó un desorden con “las lista” que se enviaban a la Junta Central Electoral para su inscripción en la boleta electoral.
No sucedía lo mismo con los alcaldes, que participaban en una convención más o menos democrática y plural, aunque el fantasma del fraude siempre se presentaba, con mayor o menor fuerza, por el factor dinero.
El hecho es que la “lista” fue sustituida por un sistema más abierto y democrático: la elección popular. En cada circunscripción, de las provincias, municipios y distritos, todos los aspirantes debían ser seleccionados y elegidos por el voto popular.
La Constitución dice que todos los ciudadanos tienen derecho a elegir y ser elegible, (no necesariamente elegido) dentro de un proceso democrático.
Se produjeron cambios importantes, no sólo en la Constitución, sino en el sistema de justicia, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral, se creó el Tribunal Constitucional, el Consejo Judicial sufrió importantes modificaciones; se formó, con rango constitucional el Consejo Económico y Social, etc.
Todos estos cambios y modificaciones se produjeron supuestamente para hacer más robusto, amplio y democrático, con el propósito de crear un verdadero “Estado Democrático y de Derecho”.
No hubo, sin embargo, cambios sustanciales, radicales, ni nada que se parezca. Fue un “gatopardismo”. Cambiar para que todo siga igual, como en efecto; porque en la práctica en muchos aspectos no hubo avances, al contrario, retrocedimos. En los hechos, la “lista” era mejor que la elección a través del voto popular” que permite que determinados sectores compren la voluntad popular con dinero ilícito.
Ahora, el ciudadano que no tenga mucho dinero no puede optar por lun cargo de elección popular. El dinero es un factor determinante. Ningún escritor, cineasta, abogado, político honesto, intelectual, etc., si no tiene dinero, no puede competir, ni participar, siquiera, en la contienda electoral porque no tiene dinero para comprar votos en el mercado Persa de la Junta Central Electoral.
La “lista”, antidemocrática, violadora de derechos, permitía, no obstante, que figuras relevantes de la sociedad; intelectuales, médicos, maestros, profesionales del derecho, etc., de reconocida solvencia ética y moral, con vocación de servicio a los demás, pudieran ser seleccionados para las cámaras, tanto de diputados como de senadores, para las regidurías, etc.
Fue así como tuvimos, por ejemplo, Hugo Tolentino Dipp, no solo como diputado, sino como presidente de la cámara, Tirso Mejía Ricart, entre muchos otros, no solo del PRD, sino del PLD y el Partido Reformista, no hubieran ocupado cargos en el Congreso ni en las alcaldías, de no haber sido colocados en una “lista”.
Los partidos deben impedir que determinadas personas lleguen al Congreso, a las alcaldías y las salas capitulares. Hay que cerrarles el paso. Responsabilidad primaria de los partidos. ¡Todos, sin excepción! Los Narcos, por ejemplo, están, no sólo en el PRM, también los encontramos en el PLD, la Fuerza del Pueblo y en el Reformista.
Personas del bajo mundo, sicarios, “banqueros”, “riferos” y Narcos, se dieron cuenta que, a través de los partidos y de la política, podían obtener impunidad y protección, igual que los dirigentes políticos corruptos. Durante los gobiernos del PLD, Leonel, Danilo, se incentivó el juego de azar. Cada grupo dentro de los gobiernos morados, tenían, y tienen, su consorcio de bancas de apuestas, creando un pueblo de “ludópatas”. (Esa es parte de su herencia)
Recordemos que en el pasado los concejales eran honoríficos, lo cual permitía que personas de las comunidades, profesores, abogados, intelectuales, etc. Integraran las salas capitulares. Primaba el deseo de servir a su comunidad, evitando el tráfico y microtráfico de drogas, los juegos. Solo había una Lotería. Se jugaba una o dos veces a la semana. Ahora se juega todos los días, a toda hora. En este país hay más bancas de apuesta que escuelas y universidades. ¡Una locura! El PRM, como partido del cambio, debió enfrentar y derrotar el monstruo de siete cabezas que representa el juego de azar. ¡El futuro de un pueblo no puede estar cifrado en la esperanza de sacarse el loto! El futuro de una nación no puede estar en manos de la suerte, sino del estudio y el trabajo.
No es casual, pues, que el Congreso dominicano esté tan degradado, con diputados y senadores que apenas saben leer y escribir. Verdaderas analfabetas funcionales. Hay congresistas que nunca han presentado un proyecto de ley o de resolución, que se voz no se ha escuchado nunca, que los debates sean tan pobres. Muchos proyectos de leyes se aprueban sin ser leídos. ¿…?
Lo mismo sucede en las alcaldías. Penoso, ¿no?
Los partidos son los responsables de ese deterioro, de la baja calidad de los congresistas. No hay rigor en la selección de los candidatos. Los “banqueros”, “riferos”, etc., que están en todos los partidos grandes logran posesionarse, ser candidatos, compran los votos y salen “electos”. La pobreza y la marginalidad, respaldados, por los partidos, los hacen diputados, senadores y regidores. No está lejos el día en que uno de estos señores se convierta en presidente de la República.
Es un anacronismo, antidemocrático, lo acepto, pero prefiero la “lista” de los partidos que el voto (voluntad popular), porque esos señores tienen dinero, hasta para botar en un zafacón, con tal lograr impunidad y protección de los políticos y de los partidos.
No en balde la práctica política y los partidos esten tan desacreditados. Los ciudadanos decentes, trabajadores y honestos, están cansados de ser engañados, una y otra vez. La justicia no sirve, la lucha contra la corrupción es una mentira. Un teatro, puro teatro, como diría La Lupe.