¡Adios, Juan de Dios!

POR VINICIO CASTILLO SEMAN.- Se nos fue John­ny, el Caballo Mayor de Re­pública Domi­nicana. Nunca en mi vida había senti­do a nuestro pueblo más triste y conmocionado al conocer la partida de una figura pública. Johnny se nos fue y con él una parte del ser nacional.

Pocas veces la muerte de un dominicano ha logrado una unidad nacional plena en el pesar y la admiración. De todas las edades, de to­das las clases sociales, en toda la geografía nacional, nos unió Johnny en un últi­mo adiós emocional.

Y es ahí que tuvo su ma­yor grandeza. Cuando tuve el honor de acompañarlo en los recorridos por los ba­rrios de la capital en la pa­sada campaña electoral, la gente salía a su encuentro con amor y calor humano. De todos los partidos, sin distinción de colores parti­darios.

A sus 80 años Johnny Ventura pudo quedarse en su bien ganada fama como artista. Merenguero, con re­conocimiento mundial. No. Aparte de gloria de la músi­ca, Johnny fue un Patriota. Cuando la Constitución es­taba en peligro; cuando la democracia estaba en peli­gro, ahí estaba Johnny en primera fila, en la vanguar­dia. Se enfrentó a las tro­pas militares que rodeaban al Congreso, a riesgo de su propia salud. Johnny Ven­tura fue figura fundamen­tal en esa lucha por hacer prevalecer la Constitución y evitar al país una dictadura que se intentó montar aquí en el año 2019.

En ocasión de esa ba­talla por la Constitución y después de la campaña electoral, tuve el honor de tratar más de cerca a John­ny, a quien había admirado desde niño. El ser humano sencillo, el hombre correc­to, preparado, interesado al final de su vida por el fu­turo de su nación. Incansa­ble. Trabajador. Siempre con una sonrisa cariñosa al pueblo que tanto quiso. Es­pecialmente a la gente po­bre y desposeída. Era con ellos, con su amor expre­sado en calles y callejones, que mejor se sentía. John­ny fue eso. Pueblo. Alma nacional.

Aunque se ha ido física­mente, Johnny vivirá en nuestros corazones por siempre. Vivirá en el alma nacional. Será su mayor y permanente reconocimien­to. La más grande gloria te­rrenal que puede aspirar un ser humano.

Adiós querido amigo. Oja­lá tu ejemplo de vida sirva a nuestras juventudes a apren­der que se puede llegar a la cima nacional y mundial de­fendiendo los valores que con tanta firmeza defendiste. Los valores de la dominicani­dad y los de Dios en la tierra. ¡Adiós, Juan de Dios!

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