«Tendencia estable» de suicidios en RD revela problema sin resolver

SANTO DOMINGO.- Miguel Eduardo era un ser alegre, apasionado, su carácter era fuerte y dócil a la vez. Respetuoso, con alto sentido del deber y comprometido con los demás, si alguien necesitaba de él, ahí estaba. Cuidaba mucho su apariencia; desde pequeño era así. Sin embargo, la depresión lo condujo al suicidio el 22 de mayo de 2012, un hecho que marcó para siempre a su familia.
“Recuerdo que algunos meses antes, de esa fecha, bajó mucho de peso, se dejó crecer el pelo y su aspecto era descuidado. Pero pensamos que simplemente no tenía tiempo. Se notaba distraído, ya no socializaba como antes lo hacía con sus amigos, se iba a la cama temprano…”, explicó a elCaribe su hermana Pilar Sánchez, psicóloga y presidenta de la Fundación Ángeles de la Guarda.
Una tendencia que no cede
Esta experiencia personal abre la puerta a una realidad dolorosa que no es aislada, sino que refleja un problema creciente y persistente en República Dominicana: el suicidio como un tema de salud pública. Según la Oficina Nacional de Estadística (ONE), en 2024 se registraron 651 suicidios en República Dominicana, con una tasa de entre 6.4 y 7.1 por cada 100,000 habitantes desde 2019. Aunque los números mantienen una “tendencia estable”, especialistas advierten que no debe interpretarse como una buena señal.
El grupo más afectado son los jóvenes de 20 a 34 años, con un promedio anual de 173 muertes, seguido de los adultos mayores de 65 años, entre los que factores como la soledad y las enfermedades crónicas resultan determinantes.
“Que las cifras se hayan sostenido, ‘entre comillas’, no nos debe alegrar. Lo que nos debe es preocupar por qué no han bajado; porque entendemos que no va a ser cero, pero tenemos que aspirar a que sea la menor cantidad”, explicó la psicóloga Heidy Camilo.
Las campañas son necesarias pero duran poco tiempo
Para Camilo, las campañas de prevención han fallado en su continuidad. “No se trata de que las campañas sean o no efectivas, se trata principalmente del hecho de que estas campañas se detienen. Estas campañas simplemente se hacen en determinado momento; simplemente son la menor inversión en publicidad”, advirtió.
Sobre el tema, la directora del Centro Vida y Familia, Ana Simó, explicó: “No es que no funcionen las campañas, pero cuando la persona ya está sometida a una depresión, pasan por encima, no tienen el impacto deseado”, expresó.
En su opinión, la clave está en la psicoeducación y en ofrecer seguridad a los pacientes. “Una de las cosas más importantes que se debe hacer con respecto a estas campañas es brindar la seguridad de que existen lugares donde los pacientes puedan ir a consulta. Es fundamental que las personas entiendan el trabajo del psicólogo, del psiquiatra, y que también sepan dónde encontrarlos”.
Simó también señaló que el abordaje no debe limitarse al suicidio como hecho aislado, sino que debe enfocarse en los factores como la depresión que pueden conducir a una persona a atentar contra su vida. “Se tiende a ver el suicidio como algo tan aparatoso que se termina hablando por debajo de la mesa, y eso es un error. Estos temas hay que tratarlos con apertura, centrados en la psicoeducación”, recalcó.
Un sistema de salud con grietas
Las especialistas destacaron que la prevención debe ser constante y respaldada desde el Estado. “Hay que prestarle atención a la prevención, y la mejor manera es desde el Estado, que es el que tiene los recursos y el poder de llegar a todos los rincones”, subrayó Simó.
En la misma línea, Camilo destacó las limitaciones que enfrenta el sistema de salud mental en el país. “Aquí los medicamentos para trabajar esta situación tienen un alto costo. La mayoría de la población no los puede cubrir y los que pueden cubrirlo, llega un momento en el que se les agotan sus recursos”, explicó.
También señaló las restricciones de las aseguradoras. “Las visitas al psiquiatra y al psicólogo muchas veces están contabilizadas por muchísimas aseguradoras. Para ellas, el que se enferma solo tiene derecho a tres visitas. Tienes que sanarte, entre comillas, en tres visitas, cuando sabemos que eso no es posible”, lamentó.
Camilo consideró que el país necesita un compromiso real con la salud mental. “Necesitamos más camas de salas de ingresos, más profesionales con capacidad en temas de suicidio. Y cuando hablo de capacidad me refiero a formación académica en atenciones de suicidio. Necesitamos más recursos económicos y humanos en todo el sentido de la palabra”.
Peso desigual
Sánchez, presidenta de la Fundación Ángeles de la Guarda, añadió que la ausencia de campañas sostenidas sobre salud mental, el poco acceso a servicios y la predisposición genética a trastornos como la depresión, la ansiedad o la esquizofrenia, sumados al estrés crónico, agravan el panorama.
Consultada sobre las estadísticas que muestran que los casos de suicidio no disminuyen en el país, Sánchez sostuvo: “Con base en mi experiencia creo que se deben desarrollar proyectos que fortalezcan la detección oportuna, diseñando programas que enseñen a identificar las señales, promover el acceso a la salud mental en las escuelas, colegios, iglesias, empresas y centros comunitarios, y reducir el estigma a través de campañas públicas que normalicen buscar ayuda”.
Sobre el acceso a servicios, fue enfática en que todavía existen brechas importantes. “La inversión presupuestaria en el área de salud mental es mínima en comparación con la demanda existente. Hay largas listas de espera para la atención psiquiátrica en hospitales que cuentan con unidades insuficientes, los tratamientos psicológicos tienen un costo muy alto, el estigma sigue afectando la búsqueda de ayuda y la cobertura de las ARS es poca o nula”, afirmó Sánchez.
Añadió que centros como la fundación que dirige, que ofrecen apoyo psicológico y psiquiátrico gratuito o a bajo costo, enfrentan grandes limitaciones. “No contamos con el apoyo financiero para desarrollar proyectos que lleguen a más personas, y eso nos impide cubrir la magnitud de la necesidad que existe”.
Provincias con altas tasas
En 2023, las provincias con mayor incidencia fueron: Hermanas Mirabal (15.65 por cada 100,000 habitantes), Santiago Rodríguez (13.5), San José de Ocoa (12.58) y Peravia (12.35).
Para Camilo, esta realidad está vinculada al acceso desigual. “No podemos pedirle a una persona que vive en una loma que se traslade al centro de la ciudad para ver a un psiquiatra. Ese simple traslado ya implica un gasto en transporte y tiempo que muchas veces es imposible de asumir”.
En su opinión, se necesita acercar la atención a las comunidades. “En el municipio más cercano hay dispensarios o centros de atención primaria donde perfectamente debería existir un personal capacitado. Con que haya un psiquiatra un día fijo a la semana, que pueda prescribir medicamentos y dar seguimiento, ya es un gran paso”, indicó.
Para Camilo, ese psicólogo local debe tener recursos básicos, como un teléfono para comunicarse con las familias, viáticos para visitar comunidades apartadas y el respaldo de asociaciones que lleven charlas y programas de prevención. “Pero la realidad es que, con suerte, contamos con atención primaria, y esta tiene muchísimas carencias. Se debe invertir en lo urgente y necesario más que en promocionar lo que supuestamente se está haciendo”, puntualizó.
Hospitales desbordados
El Distrito Nacional, por ejemplo, cuenta con hospitales con áreas psiquiátricas y camas disponibles, pero no son suficientes. Los especialistas que están en los centros no dan abasto porque tienen una sobrecarga enorme.
Simó destacó que “para mejorar el tema de salud mental en el país hay que invertir, pero invertir en el profesional de la conducta, que es el psicólogo y el psiquiatra. Los hospitales deberían tener especialistas en áreas concretas, porque no es cierto que un psicólogo puede ver todo tipo de problemas. Todos tenemos nuestras especialidades y poblaciones específicas”, subrayó.
La generación más afectada
Entre los 20 y 34 años , la población más productiva, se concentra un promedio de 173 suicidios anuales. Las razones, según Camilo, son múltiples.
“Este grupo vive inmerso en ansiedad, depresión y presiones sociales sobre lo que harán y cómo lo harán. Carecen de habilidades para enfrentar la frustración y están atrapados en una cultura de la inmediatez, con exigencias de éxito irreales. Cuando la vida no responde a esas expectativas, muchos se quiebran”.
Para Simo, la influencia de las redes sociales también es otro factor.“Los jóvenes se comparan constantemente, buscan perfección y resultados inmediatos. Al no lograrlo, sienten desesperación. Hoy vemos menos tolerancia al fracaso y más evasión, lo que los lleva a considerar el suicidio como salida”.
La disparidad de género
Por cada mujer que se suicida, seis hombres lo hacen. Camilo lo atribuye a patrones culturales. “Las mujeres han tenido más permiso social para expresar lo que sienten y buscar ayuda. A los hombres, en cambio, se les enseña a callar, a resolver solos. Ni siquiera aprenden a reconocer cuando están mal emocionalmente, lo que reduce sus posibilidades de pedir asistencia”.
Simo añadió que los métodos empleados marcan la diferencia. “Las mujeres suelen optar por formas menos letales, como intoxicarse, lo que deja espacio para arrepentirse y recibir ayuda. Los hombres, en cambio, recurren a métodos más drásticos como armas de fuego o ahorcamiento, con menos posibilidad de sobrevivir”.
Violencia y depresión
Según los datos, el 59.5 % de los suicidios se vincula a depresión y otros problemas de salud mental, mientras que el 14.7 % está relacionado con conflictos familiares y violencia de género.
Camilo subrayó la relación directa entre violencia y depresión. “En la clínica vemos que muchos pacientes con ideación suicida tienen un historial de violencia intrafamiliar, abuso sexual o maltrato. La violencia deja huellas profundas que empujan hacia la depresión y, en consecuencia, al suicidio”.
Señales de alerta que no se deben ignorar en niños y adolescentes
Aunque en números absolutos son menos, los suicidios en adolescentes y hasta en niños de 10 a 14 años inquietan a los especialistas.
Camilo advirtió sobre las señales que padres y maestros deben observar. “El aislamiento total, los discursos de que la vida no vale la pena, las despedidas o frases como ‘estaría mejor muerto’ son señales rojas. No se deben ignorar”.
Simó insistió en la importancia del rol familiar. “Los padres deben ser observadores, escuchar, involucrarse en la vida de sus hijos. Muchos creen que los niños no tienen motivos para deprimirse, y eso es un error fatal. Cada vez más vemos depresión y trastornos de personalidad en la población más joven”.
Línea de asistencia
En el país puedes llamar gratis a la línea de asistencia de salud mental 809-200-1400 para recibir apoyo psicológico y orientación. Esta línea telefónica fue creada por el Ministerio de Salud Pública en colaboración con la Oficina Gubernamental de Tecnologías de la Información y Comunicación (OGTIC) y ofrece asistencia confidencial y gratuita por parte de profesionales capacitados.

Adultos mayores entre la soledad y enfermedades
El panorama tampoco es alentador en la vejez. Cada año se registran alrededor de 95 suicidios en mayores de 65 años. Camilo explicó que, además de las enfermedades crónicas, la pérdida de autonomía y la muerte de sus contemporáneos alimentan la depresión: “Muchos sienten que ya no son útiles, que han perdido movilidad o padecen dolencias como Alzheimer, Parkinson o diabetes. A eso se suma el aislamiento y la falta de apoyo familiar, lo que deteriora aun más su ánimo”.
Simó añadió un aspecto menos visible:“Algunos adultos mayores deciden dejar de tomar sus medicamentos para provocar un infarto o un accidente cerebrovascular. Es una forma de suicidio silencioso que muchas veces pasa inadvertida”.
La clave
La clave está en invertir más en salud mental. Descentralizar los servicios. Fortalecer campañas sostenidas de psicoeducación. Reducir el estigma asociado a buscar ayuda psicológica o psiquiátrica.
Vulnerables
Según estadísticas de la ONE, jóvenes de 20 a 34 años concentran un promedio de 173 muertes anuales. Adultos mayores de 65 años, mantienen una incidencia alta (alrededor de 95 casos por año), en la que influyen la soledad y las enfermedades crónicas. La población de niños y adolescentes de 6 a 19 años, en cinco años, regristró 209 suicidios.
JESSICA BONIFACIO