Justicia Divina, culpables preferidos!!.
POR GUSTAVO FORASTIERI.- Parafraseando a Winston Churchill, «La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra nos pueden matar una vez; en la política, muchas veces». Solemos pensar que el sicariato sólo se comete cuando ordenamos la muerte física de alguien, éste también se hace presente cuando disponemos de su extinción moral. Los menos jóvenes recordarán el año 1986 cuando el Dr. Balaguer ganó la Presidencia de la República, iniciando de inmediato una cacería de brujas contra el pasado presidente Salvador Jorge Blanco, a quien condenaron a 20 años de prisión y RD$100 millones de multa.
Del mismo modo fueron perseguidos funcionarios e influyentes amigos y colaboradores de su gobierno, tales como: Manuel Antonio Cuervo Gómez, Leonel Almonte, Juan Tomás Peña Valentín, Rafael Flores Estrella, Fulgencio Espinal, José Michelén, entre otros.
Procesar a esos facinerosos que timaron al erario nacional, fue en principio una buena acción de Balaguer; con ello le enviaba una señal al país que venía con un estilo de gobierno diferente en combate a la corrupción; sin embargo, durante sus 10 años de gestión era tan obvia la corrupción que en una intervención esgrimió la frase: «la corrupción se detiene en la puerta de mi despacho». Hizo sus arreglos con Leonel Fernández e impidió a toda costa el ascenso al poder del Dr. José Francisco Peña Gómez en el 1996.
Pagando el favor, esos 10 años de administración de Balaguer se blindaron de impunidad, porque a la justicia del gobierno de Peña Gómez, tal vez hubiesen tenido que rendir cuentas el propio Joaquín Balaguer, Anisia Rissi de Mercedes, Rafael Bello Andino con su Hidro-Quebec, Quique Antún, Rodolfo Rincón Martínez, entre otros traviesos personajes de los gobiernos del nonagenario líder reformista, pero en los gobiernos de Leonel Fernández eso no ocurriría.
Los pasados gobiernos presididos por Danilo Medina, aunque en sus primeros años exhibían una luna de miel con el pueblo, nunca han dejado de estar salpicados de corrupción administrativa y tráfico de influencia. Eso ocurrió en su gobierno y también en todos los gobiernos que le precedieron, y en esa materia Leonel no fue la excepcion ni puede ser el referente moral como trata de aparentar.
«El enemigo de mi enemigo es mi amigo», dice el refrán popular. El Dr. Leonel Fernández a sabiendas que eran remotas sus posibilidades de ganar las pasadas elecciones presidenciales, optó por un premio de consolación: hacer causa común con el principal adversario y sacar del gobierno y el poder a quienes considera le impidieron su ascenso al Palacio por la organización política fundada por Juan Bosch. Logrado el cometido, Luís Abinader se juramenta como Presidente y manifiesta que designará un Ministerio Público «independiente».
Recomendadas por clamor popular, designa a Miriam Germán Brito (víctima del danilismo según muchos) y Yeni Berenice Reynoso, en la Procuraduría General de la República (cabeza del Ministerio Público), con lo que aparentemente envía una señal de independencia de ese órgano persecutor de la corrupción; las acciones de estas damas han sido aplaudidas por una población ávida de justicia y que pide a gritos se cree un precedente para la presente y futuras autoridades gubernamentales. Su tiempo se han tomado para estructurar bien los expedientes acusatorios y evitar que esos casos como en el pasado reciente se conviertan en shows mediáticos, al menos eso espera la población dominicana.
Si es cierto que este pueblo exige justicia, no menos cierto es que no desea sean sólo perseguidos los corruptos favoritos de los pasados gobiernos presididos por Danilo Medina, sino también los corruptos de los gobiernos que lo precefieron a él, siendo uno de sus actores principales el Dr. Leonel Fernández, cuya sonrisa ahora luce tan radiante como el sol en plena primavera y tan ancha como una gran avenida, consciente de que su conducta y su moral no será tocada ni con el pétalo de una rosa por el gobierno del cambio, por un tema de maridaje y complicidad coyuntural. Hay favores que salen caros, y eso lo debe de saber el pueblo dominicano.
EL AUTOR ES ABOGADO