El poder y la sombra
POR LUIS ENCARNACION PIMENTEL.- El magistrado José Alejandro Vargas, que debió ya o en la actual coyuntura debe ser miembro de un órgano garante de la institucionalidad del país como el Tribunal Constitucional, ha vuelto a darnos una nueva lección pública, al plantear que lo peor que le pudiera pasar a un juez es pensar que tiene poder o que es poderoso, pues lo único que este tiene es el privilegio que le otorga la sociedad.
De seguro que si muchos de los que el poder les marea y embriaga hasta hacer daño colectivo y hacerse daño ellos mismos pensaran así, tendríamos una mejor nación y el futuro de las generaciones que nos sucederán estaría cimentado sobre pilares más fuerte.
Hoy, sencillamente, no sabemos en qué pie estamos parados ni hacia donde nos llevarán las falencias y el deterioro en distintos órdenes, especialmente en cuando a los valores, el cumplimiento del deber y del mandato de las leyes.
El que el magistrado Vargas – un lujo de juez, que con su discurso y decisiones nos da cátedras y lecciones de vida frecuentes – pusiera en el tapete un tema tan sensible como el manejo o la administración del poder, arroja un poco de luz en un momento complicado y difícil por el que pasamos, agravado por la pandemia del Covid-19 que va para un año.
Y lo decimos, porque las palabras encontraron eco en muchos, comenzando por el presidente Luis Abinader, quien en ocasión de la misa por el Día de la Virgen de la Altagracia oró junto a su esposa y pidió a Dios y a la Madre por el retorno de la normalidad y porque lo mantengan siendo humilde.
Ya había respondido al juez en la entrevista en el Consejo Nacional de la Magistratura:” yo creo que todo el que se sienta poderoso es un peligro; porque el poder es pasajero”.
Si gobernantes y algunos acólitos que creen que el poder es eterno y que desde el mismo todo es posible tuvieran esto claro y los pies sobre la tierra, nos evitáramos muchos traumas institucionales y trastornos de distinta naturaleza.
¿Por qué tanta gente se aloca o se pierde en lo claro, desde que se siente con algo de poder o con un cargo importante?…
De ahí que, con el cambio de teléfono, de esposa, de temperamento y de casi todo, se pierda la perspectiva, se afecte la imagen, se pierda paz y en algunos casos hasta la vida.
Con tantas malas experiencias y ejemplos a mano, ¿qué difícil se le hace a mucha gente que va a un cargo, grande o chiquito, mantener la humildad y poner en práctica la verdadera vocación del servidor público?
Otros de los elementos faltantes en funcionarios es el tacto u olfato políticos, así como el sentido de la oportunidad, para evitar” ruidos” innecesarios su gobierno (¿).