Mercenarios
POR NARCISO ISA CONDE.- No es válido encubrir: el empleo de mercenarios por EE. UU. que de los ataques de la Contra a Nicaragua y el escándalo Irán-Contra, pasó cruelmente por Kosovo, Afganistán, Irak, Libia, Pakistán, Yemen, Colombia y Honduras; y recientemente Arabia Saudita contrató 1,500 mercenarios colombianos y mandó 500 a Yemen.
Esa vieja determinación responde a lo que Jorge Beinstein definió como el propósito de EE. UU. de “transformar el dispositivo militar del Imperio convirtiendo su maquinaria de guerra tradicional en un sistema flexible, a medio camino entre las estructuras formales regidas por la disciplina militar convencional y las informales, agrupando una maraña de núcleos operativos oficiales y bandas de mercenarios” (Comunismo o nada, Mutación del Sistema de Intervención Militar de los Estados Unidos, pág. 48.- Editorial Trincheras, Caracas 2014).
La nueva doctrina militar de EEUU, redactada por William Lind y otros dos colegas del Pentágono, borra la frontera entre lo civil y militar, y entre la política y la guerra; y define ésta como “no centralizada”, insistiendo en el uso de fuerzas “no estatales”, es decir “paramilitares”, lo que implica privatizar parte de la fuerzas operativas. De ahí empresas contratistas, mercenarios contratados y Estados exportadores.
Hace años mercenarios colombianos han estado operando en Haití junto a la CÍA, Cascos Azules-ONU, Policía y pandillas; una parte al servicio de sus gobiernos títeres y de empresarios asociados a EEUU.
En ese contexto isleño, bajo el mando de EE. UU., no sorprende que los jefes de la DNI, J2, PN, DNCD y del Gobierno -asesorados y controlados por CIA, DEA, Mossad y FBI y Departamento de Estado- se hagan los locos y no digan nada de las visitas y pasos por aquí de militares y agentes haitianos, mercenarios colombianos y estadounidenses. Haití, Colombia y EE. UU. “investigan” para encubrir. Aquí sencillamente aceptan órdenes de fuera.
Llama la atención que justamente cuando mataban a Jovenel en Haití, el buque de combate USS Billings llegó al Puerto de Santo Domingo con el jefe Comando Sur y el jefe de IV Flota. La Embajada de los Estados Unidos hizo el anuncio.
Vale entonces refrescar aquel memorando -aprobado por el presidente Balaguer horas antes de la intervención militar estadounidense de 1994- que autorizaba al Pentágono a usar puertos, aeropuertos, y carreteras dominicanas para enviar tropas a Haití. Ese memorando sigue vigente
Biden y Duque están metidos hasta el tuétano en el caos haitiano. Biden apoyó a Jovenel, luego a Claude Joseph y ahora a Ariel Henry, tanteando nuevas formas de intervención cívico-militar a nombre de una «Comunidad Internacional» que EE. UU. todavía dirige.