Sobre Martín Lutero
POR JULIO MARTINEZ POZO.- ¿Qué sabes del ex sacerdote católico y ministro evangélico Martín Lutero?
¿Qué en 1517 colocó sus famosas 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, en el que cuestionaba que la Iglesia cobrara por indulgencias (perdón de crímenes y pecados), y que esa acción encendió la chispa de la reforma protestante?
¿Qué la idea de una iglesia, que con todos los poderes terrenales que ejercía entonces no estuviera atada a la autocracia papal, le sonó como música en los oídos a príncipes y reyes europeos que hicieron provecho de la oportunidad para dividir la religión impuesta por el imperio romano a partir de la interpretación paulista del mensaje de Jesús?
Es una de las razones por la que en pocas semanas ya no era Lutero sólo en Alemania, era Juan Calvino en Francia, Ulrico Zwinglio en Zuiza, John Knox en Escocia, que en toda Europa prendió el asunto de manera tan enérgica que desató más de cien años de enfrentamientos fratricidas entre católicos y evangélicos, incluyendo la guerra de los treinta años, que culminó con La Paz de Westfalia en 1648.
En la agonía de su muerte, febrero de 1546, que fue vigilada porque entonces no habían cámaras fotográficas ni de videos, y era menester testificar que el trance fuera apacible como prueba de que el fallecido no había sino un poseído del demonio como se sospechaba desde el catolicismo. Antes de partir, fue sometido a este juramento : “Venerable Padre, ¿quieres morir manteniéndote firme en Cristo y su doctrina, tal como la has predicado?”, a lo que respondió con un sí.
Lutero, dejó escrito: “Cuando el diablo no puede arremeter contra la doctrina, ataca a la persona, miente, difama, blasfema y enloquece de rabia contra ella. Así hizo conmigo el Belcebú de los papistas; al no poder oponerse a mi evangelio, escribió que yo estaba poseído por el demonio y que era un íncubo y mi amada madre una puta y una chica de casa de baños. Y de pronto, nada más escribir esto, mi evangelio estuvo perdido y los papistas habían ganado”.
Esa verdad pasional o posverdad, la mantuvieron firmemente pensadores católicos que después hicieron su conversión al protestantismo, como Pietro Paolo Vergerio, comisionado por el papa en 1535 para discutir con Lutero la participación en el concilio de Mantua, y él, observando a su interlocutor, en el informe del encuentro anotó: “En función de lo que he sabido acerca de su nacimiento, me siento casi inclinado a pensar que está poseído por un demonio”.
En las conversaciones con fines privados, o para publicación muchos años después de su desaparición, Adolfo Hitler, dictó: “Es cierto que Lutero no deseaba de ningún modo que la humanidad se plegara a la letra de la Escritura. Hay toda una serie de reflexiones suyas en las que toma claramente posición contra la Biblia. Reconoce que contiene muchas cosas malas”.
“Pero Lutero tuvo el mérito de alzarse contra el papa y la organización de la Iglesia. Fue la primera de las grandes revoluciones. ¡Y gracias a su traducción de la Biblia, Lutero sustituyó nuestros dialectos por la gran lengua alemana!”
Como todo en la vida, luces y sombras, porque la Reforma que creó el protestantismo y transformó al catolicismo, desde la óptica de Richard Ovenden, “fue en muchos aspectos uno de los peores períodos de la historia del conocimiento. Cientos de miles de libros fueron destruidos y muchos otros desubicados…”