Casos y cosas de la reelección
POR CRISTHIAN JIMENEZ.- Los procesos de reelección traen anejos unas flexibilizaciones y “comprensiones” que suelen desguañangar el país.
Los gobiernos inician con plausibles cambios y correcciones que enamoran a los ciudadanos, hasta que llega esa fatídica mitad de período.
Los procesos instituciones y las políticas de racionalidad del gasto son engavetadas y comienzan los “criterios prácticos”, de la vieja política.
Arrancan las juramentaciones de adversarios políticos que repentinamente “descubren” que su afinidad es con el partido de gobierno.
Los ventorrillos políticos que han estado a la cola de los grandes que han salido del poder, otean caminos más auspiciosos. Algunos presumidos aspiran al precio de venta de supermercados.
Grupos pequeños y saltarines oportunistas, que siempre han hecho enormes bultos que resultan costosísimos al erario desempolvan descaradamente sus trajes de faena.
(Hasta instrumentos propagandísticos danilistas, también acuden al puente hipolitista para “el triple salto mortal”).
La nómina pública, reducida en los primeros meses del cambio de gobierno, asume una súbita hinchazón como el rebote de los indisciplinados bariatrizados.
En el plano institucional aflojan las regulaciones y la permisividad campea en todos los ámbitos.
Las contrataciones públicas, pierden los cinturones que las ajustan a la Ley 340 y unos suertudos, los que financian las campañas se llevan todas las compras oficiales.
Ante insistencia de funcionarios comprometidos con la transparencia se desatan todo tipo de presiones para que salten de los cargos por “atentar contra los intereses del partido”.
La corrupción pública se torna ligera “indelicadeza” y bastaría con esconder del ojo público al “descuidado” funcionario.
El ministerio público debe frenar su trabajo moralizador y persecutor para dar paso a entendimientos y olvidos.
El momento es aprovechado por invasores de terrenos privados y de áreas verdes, sabedores de que en el Ministerio de Ambiente y en los ayuntamientos “buscarán la vuelta” al conflicto.
El gobierno central es más solidario con los alcaldes y con los legisladores, sin importar que sean opositores y pondera los que podrían ser “firmados” para el equipo oficial.
La vigilancia sobre el origen de los fondos de los funcionarios se flexibiliza, aunque luego sean solicitados en extradición por autoridades de otro país.
Las más claras y profundas advertencias sobre los procesos de reelección las hizo Danilo Medina, como aspirante presidencial en 2012, y todos sabemos el posterior estropicio.
El presidente Luis Abinader no tiene restricción constitucional para repostularse y luce con el camino despejado en el Partido Revolucionario Moderno.
Abinader mantiene altos niveles de popularidad que cuida diariamente, a veces excesivamente, y es evidente que afina la patana electoral, con altas posibilidades de triunfo, pese al complicado panorama económico, sanitario y político.
El problema es que Abinader llegó a la presidencia, porque un amplio segmento de la población, sobre todo sectores de clase media, su base de sustentación, rechazó todas las distorsiones que traen los procesos continuistas, fundamentalmente corrupción e impunidad.
Claro, esos han sido los caminos tradicionales, pero existen otras vías que probablemente desaconseje la asesoría tradicional de campaña.
Son fundamentales mensajes firmes y coherentes de apoyo al ministerio público en su esfuerzo anticorrupción contra los que salieron y los propios, aunque se alegue que muchos de estos “son los que saben buscar los votos”.
Asimismo, contribuir a mejorar la ley sobre compras y contrataciones parar cerrar aún más, variadas rendijas y enfatizar el apoyo al organismo frente a funcionarios desaprensivos, que reclamarían mayor elasticidad para los contribuyentes de la campaña electoral.
También fortalecer seguridad ciudadana y continuar transformación policial y profundizar serias políticas de impacto social y de innovación.
Son dos caminos que podrían impactar la vida política presenta y futura de la República Dominicana.