Fue el 24 del pasado mes de marzo la última vez que Charlene y Margitt Marie vieron con vida a su padre Charles Canaán. El seis de abril una infausta noticia sembró en su corazón el dolor más grande que habían sentido en su vida. El Covid-19 se había llevado a su cómplice, a su amigo, a su ejemplo a seguir, a su héroe, y en fin, a la persona que más admiraban en esta tierra.
Quedar huérfano causa un vacío inmenso no importa la edad que tengas. Ellas, como cualquier niño recién nacido, todavía necesitaban de su padre. Hoy con gran pesar dicen que extrañan su voz, sus consejos, sus abrazos, su risa, su hiperactividad, comer con él, “absolutamente todo nos hace falta”. La frase deja claro cuánta tristeza hay en ellas.
Saben que para llorar tienen el hombro de su madre Margitt de Canaán, pero están conscientes de que ella también está pasando por un duro momento. “La vida después de su partida es devastadora, es muy difícil. Es casi imposible entender por qué nos sucedió algo así. Éramos una familia completa y muy unida. Nuestro padre era parte esencial de nuestro núcleo familiar. Él fue un amigo para nosotras y aunque no estuviéramos juntos por alguna razón u otra, hablábamos todos los días. Y cuando podíamos estar juntos, siempre estuvimos juntos”. Lo dice con pesar Charlene, la hija mayor de Charles, quien era candidato a diputado del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) por la provincia Hermanas Mirabal.
“Un duelo no tiene fin”, lo admiten ambas. Sin embargo, ellas han tenido que recurrir a esa valentía que tal vez no sabían que habían heredado de su padre. Lo han hecho para seguir la obra de quien presidía la Fundación Charles Canaán. Saben que si abandonan esa labor altruista son muchos los que como ellas, también quedarían “huérfanos”.
“Ahora nos toca aprender a vivir con nuestro dolor, sacar las fuerzas para completar las metas que hemos tenido así como él lo hubiese querido. De mi parte, estoy haciendo todo lo posible por seguir su legado en lo social, cultural y deportivo con la fundación”. Son las palabras de Charlene, quien es psicóloga de profesión. Su hermana menor Margitt Marie, estudia Medicina.
Tanto a ellas como a su madre les sorprendió la muerte de su pariente. No se imaginaron que siendo él un hombre tan sano, como se lo habían confirmado unos exámenes realizados un mes antes, podía caer rendido ante un virus que según dicen ataca a quienes tienen alguna vulnerabilidad.
Independientemente de todas las preguntas que ellas tengan, lo cierto es que hoy viven de sus recuerdos.
“Él era un hombre muy especial. Su sonrisa era su mejor atributo. Quienes le conocieron saben que siempre tenía una sonrisa a flor de piel, tenía un carisma sin igual. Además de que era un hombre con un corazón enorme y vivió para servir a los más necesitados, de manera especial de la provincia Hermanas Mirabal”. Esta descripción la comparten estas dos hermanas que a pesar de ser adultas aún no se acostumbran a vivir sin su papá.Su misión es preservar la seguridad del país en un esfuerzo mancomunado con los demás organismos de inteligencia del Estado dominicano.
Charlene y Margitt Marie