Presupuesto y ejecución

POR FEDERICO A. JOVINE.- Es curioso cómo la misma partitura suena diferente cuando se toca con guitarra o con violín. La política también funciona igual. Oposición, economistas o analistas pueden desgañitarse diciendo que la economía muestra señales de ralentización; que el gasto de capital en términos porcentuales está en mínimos históricos; que la inversión en infraestructuras públicas es ínfima, y, al final, al gobierno le da igual.
Lo que no puede dejar al gobierno indiferente es cuando la gente, sin expresar la realidad en complicadas fórmulas o sofisticados planteamientos, resume estudios, métricas y estadísticas en simples frases: “El dinero no se mueve”, “La vaina está lenta”, “La calle está dura”, etc. La diferencia entre un buen y un mal gobierno comienza ahí, ignorando el sentir de la gente. Mientras todas las críticas u observaciones vengan desde el ámbito político o académico, hay margen de maniobra y justificación. El problema está cuando la crítica la hace la gente; cuando las encuestas internas demuestran que la teoría “machea” con la realidad. Entonces, ignorar las quejas puede resultar potencialmente fatal a medio o largo plazo… o beneficioso, si se rectifica y revierte la situación que da origen a las críticas en cuestión.
No necesitamos revivir a Keynes para justificar el impacto de la inversión pública en la demanda agregada y su efecto derrame en la economía de un país, lo que hay que hacer –en primer término– es determinar las razones por las cuales no está ocurriendo. Que bien puede ser por sub ejecución derivada de incapacidad (interna o coyuntural); falta de disponibilidad; o la conjunción de ambas, según sea el caso. El gobierno tuvo la entereza de reconocer que tiene que invertir más (o lo que es lo mismo, que está invirtiendo poco); que existen serios problemas a nivel de competencias en materia de ejecución presupuestaria en muchas instituciones (¿o cómo llamamos cuando una institución no ejecuta lo presupuestado?); que el tiempo de tomar prestado para guardar –pagando intereses– ya pasó, y que toca gastar… y mucho.
El proyecto de reformulación del presupuesto depositado por el flamante ministro de Hacienda –Magín Díaz–, intenta rectificar esos problemas y convertirlos en una oportunidad. De complementarios estamos todos acostumbrados, pero, aumentar en RD$35,548.25 millones (0.4% del PIB) el gasto de capital a casi cuatro meses de cierre fiscal, es una apuesta arriesgada que se sostiene no sólo en el impacto social y capacidad de derrame subyacente de las instituciones beneficiadas MOPC, MIVED, OPRET, INAPA, SNS, etc.), también en su capacidad de ejecución y gestión.En la recta final de 2025, saturado de quejas y reclamos, el gobierno hace una maniobra presupuestaria y desmoviliza recursos durmientes, convirtiéndolos en “frescos”. Vamos, una “reformita” fiscal disfrazada de movida contable, de bajo costo político. Si la jugada se le da, podrá acelerar en algo la economía. Lo de cuánto será, habría que verlo.