Unidos por la migración haitiana y la soberanía

POR CARLOS SALCEDO.- Aun cuando podemos hablar de una diversidad de posturas frente al tema haitiano, la sociedad dominicana fluctúa entre dos principales. Por un lado, están los autodenominados patriotas que, sin negarles las razones que tienen en algunos de sus planteamientos, por demás, dogmáticos y, por lo tanto, innegables y no sujetos a examen y contradicción, profetizan el apocalipsis y el fin de nuestra patria.
Para los que así piensan, países, organismos internacionales y malos, entreguistas y traidores dominicanos quieren fusionar a Haití con la República Dominicana. Para estos, muestra de ello es la permisividad y muchas acciones encaminadas por los gobiernos para permitir y propiciar la inmigración ilegal y la supuesta unidad de las dos naciones.
En el otro extremo están los que, sin negar la necesidad de que el gobierno regule, conforme a la Constitución y las leyes, la inmigración de extranjeros, consideran que sean feos, prietos, pobres y andrajosos, o blancos, arios, europeos, venezolanos, colombianos y de todo el orbe, estos deben ser tratados como lo que son, seres humanos, cuya dignidad debe ser respetada.
De igual forma, que no hay que ser enemigos, ni odiar a quienes con su trabajo hacen parte del crecimiento de nuestra economía y nuestro desarrollo que el tema haitiano debe ser objeto de discusiones abiertas y sinceras.
Es claro que a todos hay que escucharlos, pues la mayoría de los dominicanos estamos conscientes de que tenemos diferencias y que incluso son necesarias, pero que debemos conversar y llegar a los mejores acuerdos posibles sobre el tema haitiano, por su gran incidencia en nuestro suelo, nuestras instituciones, la tranquilidad, la paz y el desarrollo de nuestro país.

Iniciativa loable
Y es que, en democracia, debemos encontrar la manera de conciliar los elementos comunes, pues la crisis haitiana es mucho más que posiciones encontradas. De ahí que el encuentro del pasado miércoles, del presidente Abinader y los expresidentes Mejía, Fernández y Medina, tiene un gran sentido de nación y constituye una iniciativa loable del convocante como lo fue la respuesta, con su presencia y declaración conjunta, de los demás participantes.
Es más, aun cuando hubiera sido convocado sólo para que los exmandatarios recibieran informaciones sensibles sobre la situación de caos político, económico, social y de seguridad que padece Haití y sobre las estrategias que el gobierno viene desarrollando para preservar nuestra soberanía y seguridad nacional, como había anunciado antes el presidente de la República, la junta de ellos tenía un gran significado y propósito nacional.
Efectivamente, se trata de un acto que marca un hito en el liderazgo político dominicano y está cargado de simbolismos, pues con este el presidente y los expresidentes muestran al país que tratar el tema haitiano y enfrentarlo debe ser un compromiso compartido por todos, independientemente de la visión que cada uno de estos líderes políticos, sus parcelas partidarias y todos tengamos sobre el tema haitiano.
Rituales como estos nos acercan a lo comunitario, a lo que debe ser del interés general, alejan las subjetividades y comprimen los egos e intereses particulares y grupales.
Más todavía, tratándose de un tema país, el encuentro indica que nadie puede estar ajeno al conocimiento de la situación, la discusión abierta y al planteamiento de propuestas, si no de soluciones únicas, sí para indicar y aconsejar el mejor manejo posible de una crisis que ciertamente atenta contra nuestra integridad como nación y nuestro destino.
Pero lo más emblemático de la reunión, fotos y videos incluidos, es que más allá del presidente Abinader dar a conocer los detalles de las acciones implementadas por el gobierno para reforzar la frontera, el valor de los proyectos sociales y económicos en las provincias fronterizas, como parte de una estrategia integral para reducir vulnerabilidades frente a la migración irregular y el crimen organizado como su importancia para la defensa de la soberanía nacional, realmente se produjo un diálogo productivo del cual surgieron cuatro acuerdos fundamentales que servirán de base para una política exterior y de seguridad más coherente y articulada.
Este encuentro, en adición a lo representativo, constituye un espacio de mucho valor, porque marca un camino, guía y mensaje de conocimiento, involucramiento y compromiso ciudadano colectivo con el diestro y estratégico manejo de la crisis haitiana, el manejo de la inmigración ilegal, el reforzamiento de la frontera y la importancia de la defensa de la soberanía nacional.
Por otro lado, contribuye a fortalecer la democracia, sirve de inspiración para todos los dominicanos para que, aun en medio de nuestras diferentes visiones, sepamos respetar las opiniones y posiciones de los demás, pero, sobre todo, seamos capaces de trabajar por objetivos comunes supremos.
Lo que ya es histórico como encuentro, debe ser una señal y compromiso con la continuidad del diálogo respetuoso y productivo que necesitamos para unirnos todos en un propósito nacional: trabajar por enfrentar con suficiente sabiduría y respeto de los derechos de todos, los riesgos que representa el desbarajuste total de las instituciones haitianas, el desconcierto e inseguridad de los habitantes de Haití, la falta de un liderazgo auténtico, veraz y unificador que permita sortear las grandes divisiones existentes y la falta de asunción de responsabilidad permanentes y firmes en el plano internacional.