Difamando al presidente
POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Conozco a Luís Abinader hace más tiempo del que recuerdo, cuando visité su casa hace muchos años para una entrevista con su padre don José Rafael Abinader, aspirante entonces a la nominación presidencial. Luís era apenas un joven de no sé cuántos años que escuchaba con atención lo que decía “el viejo”. Ha llovido mucho desde aquel día, tanto, que hoy tiene 54 años de edad (lo cumplirá el 12 del próximo mes) y se convirtió en presidente de la República, lo que no logró su progenitor que murió no hace mucho a la edad de 96 años. (Luís es el primer presidente nacido después de la muerte del dictador Rafael L. Trujillo)
Luís proviene de una familia funcional creada por Doña Rosa Sula Corona y don José Rafael quienes formaron a sus hijos con valores éticos y morales que aún perduran en ellos. Don José Rafael, ocupó cargos importantes en distintas administraciones, era un hombre íntegro y riguroso que predicaba con el ejemplo. El hoy presidente de la nación pasó su juventud estudiando y aprendiendo de las lecciones del hogar.
Luís no tiene deudas con el pueblo dominicano que no sean las que asumió cuando decidió ser dirigente político y aspirante a la presidencia de la República. No mató a nadie, ni le robó un peso al Estado. Llegó a la presidencia limpio, sin culpas que pagar. Algo raro, tal vez porque nació después de la muerte del tirano, del golpe de Estado contra Bosch, de la revolución de abril, del asesinato de Manolo Tavares y sus compañeros de las Manaclas, del coronel de abril, Francisco Caamaño y los demás expedicionarios de Caracoles. Era un niño durante los 12 terribles años de Joaquín Balaguer (1966-78) y cuando ganó el PRD ese año, con don Antonio Guzmán, quien despolitizó las Fuerzas Armadas, derogó las leyes anticomunistas, liberó a los presos políticos y permitió el regreso de los exiliados, realizando un gobierno democrático y plural.
Luís llegó rico -millonario- al gobierno, con una mochila sobre sus espaldas llena de principios y valores que le inculcaron sus padres. Tiene una esposa (Raquel Arbaje) y unas hijas (Esther Patricia, Graciela Lucia y Adriana Margarita) a quienes no le puede fallar, ni le perdonarían desafueros. Ha dado señales de honestidad y transparencia durante los meses que tiene gobernando, desprendiéndose de una parte del poder que le asigna la propia Constitución de la República, designando una Procuradora sin vínculos partidarios y de una trayectoria de casi 50 en la judicatura sin mácula, como Mirian Germán, a la doctora Milagros Ortiz Bosch encargada de vigilar el comportamiento ético y moral en todo el gobierno; a Carlos Pimentel, de Participación Ciudadana, en Compras y Contrataciones.
Orquestar una campaña difamatoria contra Luís Abinader es una canallada propia de cobardes mercenarios mediáticos que por dinero son capaces de matar hasta a su madre. Es una acción deleznable que toda persona decente debe rechazar y que ningún medio de comunicación serio y que respete a sus lectores, le puede dar aquiescencia.
Se puede no estar de acuerdo con determinadas políticas y acciones del gobierno y del propio Luís. Eso, lejos de ser malo es bueno en una democracia. Yo, por ejemplo, no estoy de acuerdo con parte de su política exterior, con el muro que se pretende construir en la frontera y con algunas decisiones de Estado que se han tomado. Es mi derecho y lo defiendo a rajatablas. Pero nadie, absolutamente nadie puede acusar a Luís de tener vínculos con la corrupción o el narcotráfico. Repito, es una bajeza inaceptable.
Es innegable que en los gobiernos anteriores no se había enfrentado con tanta fuerza ni con tanto éxito tanto la corrupción como el narcotráfico. Ahí están las estadísticas. Lo que ha hecho el vicealmirante José Manuel Cabrera Ulloa al frente de la DNCD, no tiene precedentes. Es un golpe tras otro al narco. Eso no ocurría durante los gobiernos del PLD. Los que están pagando cientos de miles de dólares -fruto de la corrupción y el saqueo de los bienes del Estado- para una campaña mediática para intentar dañar la imagen del presidente Luís Abinader fracasarán, quedarán evidenciados más temprano que tarde como la basura que son. Y pagaran sus culpas en los tribunales. (Yo lo resolviera en otro escenario…)