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Serrat recicla la nostalgia con su despedida de los escenarios

«Esta rajando el viento y apedreando al sol… mi hermano se fue de casa por primera vez… y con quien y donde fue mi niñez», va cantando (de la canción Mi niñez), la primera que se ha brindado, en su primera noche de despedida, Joan Manuel Serrat.

El catalán más querido por los dominicanos -seguro más que Piqué- habia comenzado con Dale que dale. Y comenzó cuidadosamente a tejer un fino bordado hecho de nostalgias.

La telenovela que es El carrusel del furo le siguió en la lista de canciones. La banda con piano, acordeón (el mismo instrumentista hace saxos y clarinete), guitarra acústica o eléctrica, violín, batería, bajo y teclados.

Por ahí va y se sienta como en el muro de un malecón en la tarima. «Anímese… súbase al tornillo de madera». Inclina la cabeza y reverencia al público.

«Voy prendido a mis canciones como el abrojo a la homenaje a Atahualpa Yupanki. Se preguntaba y yo con él qué son las canciones, cómo, por qué… Para mis personajes vaya mi reconocimiento y mi gratitud…» y habló Serrat de sus personajes, entre otros de Merceditas y el Curro quienes no se conocieron sino en la canción y por ello cantó Romance de curro el palmo. «Ay, mi amor; sin ti no entiendo el despertar. Ay, mi amor; sin ti mi cama es ancha…», coreada, tierna, nostálgica.

«Señora» despertó entusiasmo, algarabía, después de los aplausos encendidos para la anterior canción. «Cuando se abre una flor, al olor de una flor, se le olvida la flor». Cuenta luego que hace medio siglo que la señora y él se conocen. Dice que uno envejece pero los personajes no. Y se canta Lucía («la mas bella historia de amor, que tuve y tendré») coreada como ninguna hasta el momento.

Se oscurece la escena y sale. Regresa. No hago otra cosa que pensar en ti, («por halagarte y para que se sepa…»). Siguió hablando de la canción y habló de los arreglos de Miralles. Mencionó a los miembros de la banda. Luego cogió la guitarra y terminó de cantar No hago otra cosa que pensar en ti.

Tras los aplausos. Algo personal. Muy aplaudida.

Se da un trago de agua. Narra que Miguel Hernández nació en Orihuela en 1910 y murió en la cárcel en 1942 hace 80 años… Del poeta la ternísima canción de cuna-denuncia social «Las nanas de la cebolla» escrita en la cárcel y musicalizada por Alberto Cortés quien le cedió la canción. Ovación.

Para la libertad. Ovación y gritos. Hablo de su nacimiento en Barcelona. Sobre su familia. Habla de que su mamá cosía pijamas. Entregó entonces Cancó de Bressol. Una canción en su idioma natal, el catalán y otro pedazo en castellano.

Hoy por ti, mañana por mí, canta guitarra en mano. Es caprichoso el azar: ahí cantó a duo con su violinista Uxi Amargós, que esueña de una dulce voz prima.

Hoy puede ser un gran día. Con un excelente arreglo muy aplaudido. Luego Los recuerdos.

Con Aquellas pequeñas cosas se hizo acompañar de Maridalia Hernández, presencia muy aplaudida para una canción muy breve, con estrofas que compartieron. Después Mediterraneo.

Serrat habló entonces de sus preocupaciones sociales, como el cambio climático. Y sobre el mundo que le estamos dejando las nuevas generaciones. Se cantó una canción escrita por él hace 50 años Pare (Padre, en catalán). Que habla premonitoriamente de todo eso. Una canción que se va abriendo de lo íntimo casi secreto hacia la iluminación, como buscando la luz, en medio de una melodía barroca. Y regresa la oscuridad cuando dice «Padre, deje ya de rezar que nos han declarado la guerra».

Tras de esa declaración poética, hizo Cantares. Aplausos desde el primer verso. La mayor ovación de varios minutos con el teatro de pie. La nostalgia está instalada de lleno en el auditorio.

De vez en cuando la vida. Falso final con Fiesta, devolviendo la alegría del espectáculo.

Y después de una despedida hablada con República Dominicana bien sentida, donde recordó a Juan Bosch, a José Gómez el empresario que lo trajo al principio, y agradeció a César Suárez y a todos los amigos que están y los que ya no están -uno recordó enseguida a Victor Victor-, y cantó para cerrar la primera canción suya que se escuchó en el país. Penélope que la coreó toda sala, de pie y un aplauso larguísimo, sostenido, de los más largos que se han escuchado en el Teatro Nacional.

Una despedida en regla a un Mayor General de la canción para seres pensantes. Una ovación al hombre que cambió la historia de la música hispana y se convirtió en un ícono de la canción social. Un empedernido fabricante de nostalgias.

ALFONSO QUIÑONEZ

Redacción

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