Opinión

Kissinger vuelve a China para recomponer nexos

POR GUARIONEX ROSA.- No tanto por la edad sino por la experiencia, Henry Kissinger fue recibido por el presidente Xi Jinping en Pekín el jueves, con la cortesía y distinción que suelen ofrecer los chinos a los amigos, y por lo que puede hacer el estadista norteamericano en la mejoría de las relaciones con los Estados Unidos.

Kissinger, ex canciller de Norteamérica y gran componedor en las relaciones de los dos países en las décadas de 1970 y 1980, está asombrosamente activo y ahora en un papel en el cual quizás no había pensado: ser un intermediario, siendo republicano, con la dirección demócrata y el gigante asiático.

Por su veteranía y edad, Milagros Ortiz Bosch, de 86 años y recientemente en cama de hospital debido al exceso de trabajo y a no tener a tiempo sus alimentos, lo que le produjo una descomprensión que por suerte la captó a tiempo para correr a Corazones Unidos y ponerse en manos de médicos, se asemeja al diplomático.

Cuando yo estaba destinado al Consulado General dominicano en Washington, DC, desde 1979-1983, se hablaba de Kissinger en los mentideros políticos de la activa capital y en las librerías estaban sus libros. Se sabía que había trabajado para poner fin a la guerra de Vietnam, en la era de Nixon.

Pero su mayor relevancia la tuvo en las negociaciones, muchas veces clandestinas, para reabrir las relaciones con China Popular, en 1979 dirigida por Deng Xiaoping, el popular político que sucedió al llamado “timonel”, Mao Zedong. Deng fue el gran reformista y visitó Estados Unidos en enero de 1979.

Me colé entre el público frente a Blair House, la mansión de huéspedes distinguidos para ver el ingreso del líder chino tras su largo viaje transpacífico desde la capital china. Estaba haciéndose historia. Al día siguiente lo recibió en la Casa Blanca el presidente demócrata Carter (98 años), un sobreviviente.

Fue una lección política y diplomática la que ofreció Estados Unidos al mundo al restaurar las relaciones con el gran país de Asia. En esa visión, Kissinger tuvo mucho que ver y Carter tiene ese hito como uno de sus grandes logros, pese a que percances en medio de su cuatrienio le impidieron la reelección.

Carter, ahora reposa en su casa de Savannah, Georgia, sujeto a remedios paliativos después de abandonar todo intento de remisión de su cáncer, varias veces operado, comprendió que el futuro de las relaciones internacionales pasaba por el reconocimiento de china. Por ello sacrificó las de Taiwán.

Hacía tiempo que no sabía el paradero de Kissinger porque no suele dar entrevistas ni aparece en programas de televisión. Cuatro años atrás, cuando todavía la pandemia no estaba en su furia y mientras caminaba a tomar el tren por la entrada de la calle Octava, en Nueva York alcancé a ver al estadista.

Iba como usualmente vestido de oscuro en una silla de rueda que manejaba un policía de la ciudad. Me aparté del camino cuando noté que el agente comprendió que yo había reconocido al político. Bajé por la escalera de a pies y él se perdió con rumbo a su puerta de embarque.

Una ayuda a Biden

Kissinger ofrece a Biden una ayuda inesperada, cuando las relaciones de los dos países no andan tan bien y Estados Unidos necesita reducir la “troika” que componen Rusia, China y Corea del Norte. China al parecer no quiere pleitos. Está ganando política y diplomáticamente en África y América Latina.

A los Estados Unidos le supo muy mal que la República Dominicana rompiera relaciones con Taiwán y las restableciera con China, una decisión confirmada a finales de abril y reconocida por los dos países el primero de mayo de 2018, para sorpresa de Norteamérica y de los conservadores dominicanos.

Se trató “más vale tarde que nunca”, de una decisión considerada valiente o controversial del presidente de la época, Danilo Medina, en 2018, que superó el manejo diplomático de los anteriores gobernantes hasta esa fecha, y que el actual, Luis Abinader, ha mantenido y ponderado recientemente.

El apego a las relaciones con Taiwán, que cité en diversos análisis desde cuando escribía en Última Hora, era algo incomprensible que iba contra el desarrollo de las relaciones internacionales. En el trasfondo podía estar la herencia de Trujillo que continuó Balaguer, y el pensamiento conservador.

La veterana Ortiz Bosch

Al guardar las diferencias por la dimensión e influencia de los países, la doctora Ortiz Bosch sería la versión femenina de Kissinger en la actualidad. Política de tan larga data que su nombre aparece en el libro El Destino Dominicano (título en español), del ex embajador John Bartlow Martin.

Bartlow Martin, muy relacionado con el presidente y tío de Ortíz Bosch, Juan Bosch, fue el embajador norteamericano en 1963 cuando gobernó por 7 meses el estadista dominicano. Para la época, la sobrina del presidente era muy joven, una figura del Partido Revolucionario Dominicano, PRD.

La doctora Ortiz Bosch hizo carrera en ese partido y fue senadora dos veces, vicepresidenta, la primera en la historia y simultáneamente ministra de Educación. Acostumbrada a largas horas de trabajo y a ignorar un poco sus compromisos gastronómicos, reconoció que comer a deshoras le produjo anemia.

Algunos de los que opinaron en las redes sociales le reclamaron que dejara sus afanes y se fuera a su casa a descansar. Admirador de los mayores y de los honrados, siempre he creído que deben estar activos hasta que sus fuerzas lo permitan. Es el caso de Carter, un constructor moral y físico, activo hasta reciente, que ahora le toca cuidar a su esposa Rosalyn (95 años), que sufre demencia senil.

Mientras los jóvenes miran los puestos públicos con codicia y angurria, personas como la doctora Ortiz Bosch ven el servicio. Sus consejos, ejecutorias y pronunciamientos pudieran no ser bien vistos por los mencionados, pero sus credenciales, al igual que su hermosura y elegancia sartorial la mantienen aparte del montón.

Que conste, no estoy ni nunca he estado en su círculo, ni disfruté de su patrocinio. Sí un par de hermanos Rosa trabajaron con ella y dan crédito de sus condiciones. La experiencia no se improvisa y la dignidad no está en la moda del momento.

Redacción

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