Opinión

Avanzamos, pese falsas creencias

POR CRISTHIAN JIMENEZ.- El cuento ha si­do repetido has­ta la saciedad, pero ilustra un triste absurdo que ha provocado muchas muertes y precarizado la sa­lud de muchos, estirando hasta el colapso el sistema sanitario.

–Señor, confié en ti hasta el final y me fallaste.

–Lo hice todo por salvar­te, pero no atendiste a mis llamados. Te envié todos los organismos de socorro al río y agregué hasta un helicóp­tero. Solo faltó que yo baja­ra a buscarte.

Las excusas para recha­zar la vacunación anti-Covid son variadas y confluyen ig­norancia, falsas creencias, desinformación, tontas teo­rías conspirativas, afanes protagónicos, deseos de lla­mar la atención y confusio­nes religiosas.

Cuando se trata de igno­rancia, la respuesta es ofre­cer información que supla la falta: al sábado último 3 mil 652 muertos en Repúbli­ca Dominicana y 3 millones 698 mil 621 a nivel global. Cero fallecimientos fruto de vacunaciones. ¡Aplastante!

No hay duda posible en personas con un mínimo de raciocinio ante la tozudez de los datos.

Cuando entran a esce­na la desinformación y las teorías conspirativas las cosas se complican y de repente se nubla la razón y usted se encuentra con profesionales universita­rios refiriendo controles de seres humanos por instala­ción de chips canalizados en las inoculaciones.

Y cualquier sujeto que se pega una cuchara al cuerpo recibe más atención que los principales científicos y la­boratorios internacionales. ¡Uff!

Cuando son sujetos que precisan atención pública es poco lo que se puede hacer, porque como toda droga peligrosa, mientras más ob­tienen, más demandan.

Respecto a las creencias, variará drásticamente en función de la religión que abrace la persona que du­da de la vacunación y de las interpretaciones que hagan sus líderes y de las asimila­ciones particulares. Todas esas estrambóticas interpre­taciones olvidan que entre misa y cultos, todos los ni­ños fueron enviados a clases con sus cartillas de vacunas, sin que “el maligno” apare­ciese.

Uno de los alegatos para evitar la inoculación es que “el Señor me protege” y “na­da me faltará”, hasta que un mal día comienzan signos de Covid en muchas ocasiones con consecuencias fatales.

¿No sería más fácil asu­mir, en función de esa vi­sión religiosa, que el Señor ha movido sus resortes para posibilitar que los científicos puedan hallar las soluciones adecuadas y llevarlas a to­das partes?

En el caso dominicano, entender que Dios iluminó al presidente Luis Abinader para que tocara las puertas a los chinos pese a desen­cuentros iniciales y posibili­tar que nos vendieran vacu­nas y donaran otros equipos médicos.

Asumir que el Señor “to­có” a los chinos que en un momento parecían repen­sar las exportaciones de va­cunas al país y que igual ocurrió con los empresarios que hicieron un “serrucho” para reunir millones de dó­

 lares que sirvieran de avan­ce para adquirir las vacunas de Pfizer.

El frenazo a este relaja­miento, con centros de va­cunación vacíos, pese a los esfuerzos oficiales y solida­ridad de empresarios y me­dios de comunicación, vino por un fuerte rebrote que desbordó los centros de sa­lud con imágenes de terri­bles dramas humanos de fuerte impacto en el ánimo público.

El gobierno se vio obli­gado a cortar su plan de reapertura, constreñir cir­culación y operaciones co­merciales y emprender un consistente programa de vacunación, de indudable éxito y con record de inocu­laciones.

A fuerza de dolorosa rea­lidad de muertes y con­tagios y de un salto im­presionante en el plan de inoculaciones, la autori­dad retoma el control y RD se coloca en una envidiable posición en América Latina.

“El que no se vacuna es quien comete pecado”, le espetó el presidente Abina­der a una señora en Cristo Rey, mientras recibía la se­gunda dosis en un esfuerzo orientador.

Redacción

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