Batista, 32 años después cumple promesa con título universidad
Aunque por casi 19 años su trabajo estuvo concentrado dentro de la famosa “líneas de cal”, Miguel Batista sabía que en algún momento luego de su retiro tenía que cumplirle una vieja promesa a su ser más amado: Emprender una carrera universitaria.
De esta manera se lo había expresado a su progenitora cuando en 1987, el hoy exlanzador abandonó la carrera de turismo en la Universidad Central del Este en el momento en que le llegó probar en el béisbol con su firma con los Expos de Montreal, mientras apenas acudía a las aulas en el primer cuatrimestre de estudios.
Tras su retiro del béisbol en el 2012 y formar parte de solo un puñado de dominicanos que se han despedido con 100 victorias (102-115) en su portafolio, Batista no lo pensó mucho para iniciar la carrera de derecho en la Universidad de la Tercera Edad.
Estudioso, poeta, amante de leer a autores exquisitos como Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Platón, Pablo Coelho, Edgar Allan Poe, Juan Luis Borges, escritor de varios libros de poesía, novelas y cuentos, hoy cuatro años después el fiero monticulista vio culminar sus estudios con un índice tan elevado que salió matriculado un Magna Cum Laude.
“No sé si en la vida existirán muchas personas que comienzan una carrera, la detienen por una u otra causa y luego 32 años después retornan a las aulas y ven culminar sus estudios”, expresó al Listín Diario el exmiembro de 11 franquicias en Grandes Ligas, dueño de un par de anillos más que meritorios el de su graduación y el de la Serie Mundial del 2001 en que los D- Backs de Arizona se impusieron 4-3 a los Yankees con un histórico imparable de Luis González ante Mariano Rivera en el noveno episodio.
En aquel entonces fue parte de un buen trío de lanzadores que conformó junto a Randy Johnson y Curt Schilling para detener al último gran imperio de Nueva York, que con escuadrón que conformaban Derek Jeter, Rivera, Roger Clemens, Jorge Posada, Bernie Williams, Andy Pettitte, Alfonso Soriano, Mike Mussina, Tino Martínez, Paul O´Neill y otros venían de humillar a sus adversarios con tres gallardetes seguidos.
“Como muchos dominicanos, soy parte de esos típicos niños que tienen que abandonar la escuela en algún nivel e irse en busca de alcanzar un gran sueño, gracias a Dios que ese momento lo conseguí”, señala primero sobre su pacto por 2,500 dólares con los Expos de la mano de Jesús Alou y José Pérez en 1987 y tras su retiro lo hizo con casi dos mil entradas en Grandes Ligas (1,956.1).
A seguida agrega, “Poder retomar los estudios representó un gran paso para mí y el cumplido de una promesa que en aquel entonces le había hecho a mi mamá, recuerdo que esa fue la parte primordial de la disyuntiva en las discusiones de aceptar la firma para el profesionalismo”, señala el exlanzador, cuya madre Dominga Aurora Jerez, quien en ese momento le expresaba una y otra vez. “Mi hijo tu está seguro que quieres abandonar la universidad para solo jugar béisbol”.
Miguel narra que fue un poco difícil convencerla, tuve que sopesar y explicarle muy bien. “Mi hijo si quieres jugar, entonces tundra que hacer dos carreras, porque yo quiero verte con un título universitario”, le dijo. La respuesta de Miguel fue, “Mamá yo puedo y estudiaré aún después de viejo, pero el béisbol es algo que tengo que hacer ahora que estoy joven, no me arrepiento de haber tomado la decisión, pues no muchos jugadores pueden permanecer tanto tiempo como 18 años como jugador y luego de esto poder exhibir un diploma universitario”, señala en su entrevista con Listín Diario.
Defender a jóvenes
Pero, luego de graduarse que sigue para Miguel Batista, quien el 19 de febrero festejará su cumpleaño 50.
Haber permanecido 23 años como miembro de la Asociación de Peloteros de Grandes Ligas, entidad en la que adquirió muchos conocimientos, el expitcher, un abanderado de la justicia y quien en su estadía en la que se defendía los casos de los jugadores comenzó a conocer las nociones e importancia del derecho deportivo, en el cual se tuvieron que defender algunos casos como el de Timo Pérez, quien hizo una demanda a la Liga de Béisbol por el derecho al trabajo.
Batista entiende que en el país debe establecerse una real Ley General del Deporte, derogarla, que esté más adaptada a los tiempos y las demandas de la sociedad dominicana, que se haga una Ley especial que proteja los derechos de los menores de edad que practican con miras a alcanzar una carrera profesional porque el código de trabajo no contempla, tampoco la parte civil.
“Es alarmante la cantidad de niños que se han quedado sin escolaridad en los pasados cuatro años, solo por querer buscar un sueño en el béisbol, que algunos pocos consiguen, pero la gran mayoría se marchan cabizbajos para sus hogares”, externa.
Cifras alarmantes
En cifras concretas, desde el 2015 hasta el año pasado, la Major League Baseball registró a 21,543 jóvenes buscando firmar para Julio 2, pero solo acordaron 2,752, para apenas un 13 por ciento de los inscritos, hecho que representa que 18,791 se quedaron esperando rubricar un pacto.
“Esto apenas fueron los que habían sido registrados, hay otro grupo bien amplio que sus representantes no lo hicieron, y estos son niños que quizás ya no retornarán a las escuelas”, expresa Batista y quien afirma que esa es una responsabilidad del Estado Dominicano, el que no ocurran esas deserciones de los infantes a la escolaridad.
SEPA MÁS
Maestría en derecho penal
Doctorado
Tras graduarse como abogado, Batista se prepara ahora para realizar una maestría en derecho procesal penal, a fin de fortalecer sus conocimientos en esa área y quizás en lo adelante piensa continuar con un doctorado.
“Lo penal sería mi área a seguir, lo del derecho deportivo es porque tengo un compromiso con el pelotero dominicano, la niñez que practica béisbol y defender la implementación de una justa Ley General del Deporte.
Experiencia en aulas
Esta fue muy grata, recuerda que en las primeras semanas, los compañeros lo miraban fijamente y se preguntaban. “Pero a este tipo yo lo conozco”, la mayoría se quedaban con las dudas, pero después comenzó a correrse la voz.
PEDRO G. BRICEÑO