Opinión

China en el siglo XXI

POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Estados Unidos no miente cuando afirma que la República Popular China estratégicamente es su principal enemigo. Solo hay que ver los avances exponenciales del coloso en las áreas del conocimiento donde ya supera por mucho al imperio norteamericano que hasta no hace mucho se creyó dueño del mundo sin percatarse que había entrado en una etapa de declive dialéctico indetenible, fenómeno que se repite a lo largo de toda la historia humana.

Nada es eterno, todo cambia, todo se transforma, todo sucumbe tras al paso del tiempo. Roma fue por muchos años “la ciudad eterna” hasta que fue devastada y saqueada por los bárbaros. El Imperio Romano, el más grande y poderoso que se había conocido hasta entonces, sucumbió. Nadie pensó que eso podía ocurrir.

Era verdad que “todos los caminos conducían a Roma”. No ha existido un solo imperio, una sola potencia, por grande y poderosa que haya sido, por “eterno” que parezca, que no haya sido borrado de la historia.

El imperialismo norteamericano, como los demás que les han antecedido, no nació para permanecer por siempre saqueando y atropellando a los demás pueblos, como ha sucedido por más de un siglo.

Si alguien lo sabe perfectamente es el milenario pueblo chino que ha pasado por todas las etapas, buenas y malas, grandes y pequeñas, pagando un precio demasiado alto en cada periodo.

El tiempo, para el pueblo chino, ha sido un aliado. Solo hay que leer la fábula del “Viejo tonto que movió la montaña”, del presidente Mao Tse-Tung, líder de la revolución triunfante de 1949 que marca el inicio de la etapa que vive hoy esa nación, que marcha “con la paciencia del viento”.

Para llegar al momento actual de crecimiento y progreso, China ha tenido que vivir un proceso doloroso que ha costado cientos, millones de vidas. Los sacrificios han sido enormes, la sangre ha corrido como río por las arterias de sus calles en campos y ciudades, pero sin dejar de mirar al frente, firme en los principios, apegados a sus raíces culturales milenarias que le han permitido levantarse tras cada derrota, tras cada tropiezo, para continuar caminando para convertirse en lo que es hoy día: La primera potencia del mundo, gracias a sus avances exponenciales en materia económica, política, militar, científicos y sociales.

Hace algunos años estuve en la República Popular China para participar, junto a un grupo de periodistas latinoamericanos y africanos, a un curso sobre política exterior. Fue una experiencia inolvidable.

Lo que vi entonces, debo admitir, superó todas mis expectativas. El crecimiento económico, los avances en infraestructuras, en ciencia y tecnología, hospitales, carreteras a lo largo y ancho de todo el territorio, las presas, etc., me dejaron aturdido.

Redacción

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