Opinión

Cuba revuelta

POR JULIO MARTINEZ POZO.- Las razones por las que los cubanos han perdido el miedo a la reprensión de la dictadura y se han lanzado a las calles de casi todas sus ciudades a protestar parecen muy obvias: agudización del hambre y la miseria por los efectos de la pandemia de Covid19 y el colapso del turismo; falta de libertades tan fundamentales como la de expresión y el derecho de asociación con fines políticos; el cansancio frente a un régimen que además de tiránico es totalmente anti competitivo, en el que la iniciativa individual no puede abrirse paso y las personas no trascienden por méritos sino por la lealtad al sistema.

Los que contrarian el mandato cristiano de no desear a otros el mal que no quieren para si, y que desde aquí y desde otras democracias en las que pueden expresarse como se les antoje, apoyan la decrepitud cubana, identifican una excusa permanente para explicar la patética realidad: el bloqueo que Estados Unidos le mantiene a Cuba desde la administración Kennedy.

Si esa fuera la causa del fracaso del sistema totalitario unipartidisa entronizado por Vladimir Ilich Uliánov, entonces las quince Repúblicas que integraban la desaparecida Unión Soviética y las naciones de Europa del este que vivían bajo el régimen de capitalismo de estado al que llamaban socialista no se hubiesen desmoronado después de vivir durante 72 años el trazado de una senda que no conducía a ninguna parte.

Y la gran paradoja es que el socialismo se hizo añicos en el momento en el que Estados Unidos le había concedido el estatus de nación más favorecida en términos comerciales y términos diplomáticos y políticos andaban de paños y manteles primero Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, y después George H Bush y el promotor de la perestroika y el glasnost.

Pero hay otros aspectos que Francis Fukuyama, invita a tomar en cuenta en su obra más reciente a la hora e evaluar movimientos como los que se registraron en la denominada Primavera Arabe, y los que estamos presenciado ahora en Cuba.

La obra se titula “Identidad-la demanda de dignidad y las políticas de resentimiento”, y en ella sostiene “que gran parte de lo que creemos que se produce por motivación económica en realidad está enraizado en la demanda de reconocimiento y, por lo tanto, no puede satisfacerse simplemente por medios económicos”.

Y, citando a Hegel, recuerda que lo que impulsó la historia humana fue la lucha por el reconocimiento. Indetifica tres sentimientos presentes en las manifestaciones populares: “El thymós es la parte del alma que anhela el reconocimiento de la dignidad; la isotimia es la exigencia de ser respetado en igualdad de condiciones que los demás; mientras que la megalotimia es el deseo de ser reconocido como superior”.

En Cuba no hay ninguna otra escalera de relativo ascenso social que la del Partido Comunista, y la gran masa sabe que sólo cuenta para llenar las plazas en ocasiones de los grandes mítines, que en tiempo de Fidel Castro no dejaban de ser una pela pero el hombre de la tribuna era un orador con gran carisma y peso histórico. Las nuevas generaciones que quieren trascender a través de las redes proyectando algún talento saben que no disponen de las mismas oportunidades de los países vecinos .

Redacción

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